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La Batalla de Cunaxa

La Batalla de Cunaxa

 

 

La batalla de Cunaxa fue un enfrentamiento armado que tuvo lugar en el año 401 a. C. en Cunaxa, aldea a unos 70 km al norte de Babilonia, entre los ejércitos del rey persa Artajerjes II y del hermano menor del rey, el príncipe Ciro el Joven.

Antecedentes

Con esta batalla, Ciro pretendía la muerte de su hermano para convertirse en el nuevo rey, probablemente como venganza por la conjura palaciega que lo había llevado a la cárcel tres años antes por decisión de Artajerjes, fruto de la lucha sucesoria tras la muerte del padre de ambos, Darío II. La intervención posterior de la madre de ambos, Parisátide, logró salvar al príncipe aqueménida, al que le fueron restituidos la libertad y su rango, pasando entonces a ocuparse del gobierno de las ricas satrapías de Frigia, Capadocia y Lidia.

 

Preparativos

Utilizando como excusas creíbles la guerra que Ciro inició para arrebatar las ciudades griegas de Jonia a Tisafernes, delator de Ciro en la corte y sátrapa hasta el retorno de Ciro al Asia Menor, guerra en la que, por otra parte, Artajerjes no quería intervenir mientras le fueran llegando los tributos requeridos, y la supuesta campaña posterior que preparaba contra los pisidios, Ciro contrató y reunió a un gran número de tropas, de entre las que destacaban por encima de todas las formadas por los mercenarios griegos, hoplitas y peltastas, que pasarán a la historia con el nombre de Los Diez Mil.

Reunido el ejército en Sardes, éste inició su marcha lentamente hacia el este a través de las tierras de Ciro mientras se les unían más mercenarios, atravesando luego Cilicia y Siria sin tener enfrentamiento alguno con tropas de Artajerjes, advertido ya de la conspiración. En el puerto de Issus, la flota de Ciro se reunió con el ejército aportando el último contingente mercenario, hasta un total de 10.400 hoplitas y 2.500 peltastas, a los que se unieron en la marcha, 700 hoplitas espartanos enviados por Esparta (no eran mercenarios alistados) y 400 griegos que desertaron del ejército persa. Tras atravesar Mesopotamia bordeando el Éufrates, los dos ejércitos acabaron encontrándose en Cunaxa.

Desarrollo

Es difícil establecer con exactitud el número de hombres de cada ejército por la variabilidad de las fuentes, aunque alguna señala que en el de Ciro, aparte de los mercenarios griegos, lucharon aprox. 50.000 infantes más 600 jinetes de caballería pesada y 1.000 de caballería paflagona, y en el del Gran Rey Artajerjes, aprox. 100.000 infantes más 20.000 de caballería ligera, 10.000 de caballería pesada y algunos carros. El ejército de Artajerjes era tan grande comparado con el de su hermano, que el de Ciro apenas llegaba a cubrir la mitad del frente de batalla una vez desplegados.

Ciro confió el flanco derecho del frente al lacedemonio Clearco con el mando de los mercenarios, quienes tenían a su derecha el Éufrates. Frente a los mercenarios griegos, en el flanco izquierdo del ejército de Artajerjes, se situaron infantes persas y medos, los carros y un contingente de caballería pesada al mando de Tisafernes. El centro del ejército del rey lo ocupó la infantería ligera y pesada, dejando el flanco derecho para la caballería ligera. Ciro y Artajerjes se situaron tras sus respectivas líneas acompañados de una escolta de caballería pesada.

Los griegos iniciaron las hostilidades cargando con fiereza en su flanco, carga que provocó el pánico en los arqueros y carros enemigos, quienes pronto se pusieron en fuga, arrastrando con ellos a la infantería. Los mercenarios se dispusieron a perseguir a los huidos. Mientras tanto, Artajerjes había ordenado el movimiento de su caballería ligera del flanco derecho para intentar rodear por completo al ejército de Ciro. Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, Ciro se dispuso a ejecutar el plan de batalla que tenía previsto de antemano, cargar directamente contra la posición de Artajerjes con la intención de matarlo, con la esperanza de que, llegado el caso, cesaría la resistencia del ejército enemigo.

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Avistada la posición del Gran Rey, Ciro cargó con 600 jinetes llegando a herir levemente a su hermano con su lanza, pero acabó sucumbiendo ante la superioridad numérica del ejército de Artajerjes, siendo derribado y muerto. Tras este hecho, el ejército de Ciro quedó en manos de Arieo, quien ordenó retirada general, llegando a atravesar su propio campamento en la huida. Los persas de Artajerjes saquearon a placer el campamento enemigo hasta que allí llegó Tisafernes, quien con una hábil maniobra con su caballería había logrado rebasar las líneas de los griegos mercenarios para huir. Tisafernes relató a Artajerjes la victoria de los griegos en su flanco y la persecución que estaban llevando a cabo, lo que llevó al rey a ordenar el reagrupamiento de parte de sus fuerzas para dar caza a los mercenarios. Al volver ya éstos sobre sus pasos en dirección al campamento, vieron lo que tramaba Artajerjes y volvieron a la carga, cundiendo el pánico por segunda vez entre las líneas persas, dándose de nuevo a la fuga. Artajerjes, frustrado, huyó con su caballería. La persecución duró hasta la noche, momento en que los griegos se retiraron al campamento, dándose por finalizada la batalla.

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Desde el punto de vista únicamente militar, la batalla fue una victoria de los mercenarios griegos. Sin embargo, a efectos prácticos, Ciro fracasó en su intentó de rebelión y Artajerjes pudo conservar el trono. A los Diez Mil les quedaba ahora un duro viaje de regreso a sus hogares.

Ejército macedonio

Ejército macedonio

El ejército macedonio del Reino de Macedonia está considerado como uno de los mejores ejércitos de leva de la Antigüedad. Instrumento de la conquista de la Antigua Grecia, en el reinado de Filipo II de Macedonia, después del Oriente en el reinado de Alejandro Magno, es el modelo sobre el cual se formaron los ejércitos de los reinos helenísticos, sobre todo los de los seléucidas y lágidas, en los siglos III y II a. C. Su dominación terminó con la conquista romana, que demostró la superioridad de la legión sobre la falange macedonia en la Batalla de Pidna en el 168 a. C., finalizando la Tercera Guerra Macedónica.

Las innovaciones militares, tanto en las armas como en las tácticas, llevadas a cabo por Filipo II forjaron el ejército que conquistó un imperio. Convirtió la guerra y el combate en un estilo de vida para los macedonios, quienes hasta entonces habían considerado el ejército como una ocupación a tiempo parcial para ejercerla fuera de la temporada agrícola. Al introducir el ejército como una ocupación a tiempo completo, Filipo pudo entrenar a sus hombres con regularidad, cimentando la unidad y la cohesión. Este creó una de las mejores máquinas militares que Asia o Grecia habían visto nunca, gracias a la suma de tiempo y esfuerzo invertido tanto en maniobras como en innovaciones militares.

Las innovaciones tácticas incluían un uso más eficaz de la tradicional falange griega, como de los ataques coordinados, en primer lugar, la combinación de armas y las tácticas militares entre sus unidades de infantería de la falange, caballería, arqueros y armas de asedio. Las armas introducidas eran la sarissa, un tipo de pica larga de peso contrabalanceado, que aportó muchas ventajas, ofensivas y defensivas, para la infantería macedonia en particular, y para el ejército combinado en general.

Los ejércitos creados por Filipo comprendían una amalgama de diferentes fuerzas. Macedonios y otros griegos (especialmente de Tesalia), así como una amplia gama de mercenarios del otro lado del Egeo. Después del 338 a. C., muchos de los nuevos reclutas de Filipo para su planeada invasión de Persia vinieron desde todas partes del mundo griego y de los Balcanes, aunque la mayor parte del ejército lo constituían los macedonios.

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moneda con el retrato de Filipo II de Macedonia

Fuentes

El ejército macedonio era conocido sobre todo por los historiadores de los reinados de Filipo II, Alejandro Magno y sus sucesores: Arriano, Quinto Curcio Rufo, Diodoro Sículo, Polibio y Tito Livio. Hay que añadir un conjunto de documentos epigráficos, que han contribuido a renovar de modo considerable el aporte de los textos literarios: los reglamentos militares emitidos por la cancillería macedonia (diagramma de Calcis (ciudad), Kynos, Casandrea y Anfípolis), las cartas reales y reglamentos legislativos civiles (ley de Anfípolis sobre la efebía, ley sobre la gimnasiarquía de Véria) (Hatzopoulos 2001.) Resulta en ocasiones delicado reconciliar las informaciones suministradas por las diferentes fuentes, que no concuerdan ni en las cifras, ni incluso a veces en el vocabulario técnico. Una dificultad particular es que algunas denominaciones (peltastas, hipaspistas) designan diferentes unidades según las épocas. Por estas razones, existen numerosas incertidumbres sobre la organización del ejército macedonio.

Para el detalle del armamento, se dispone de las armas descubiertas en algunas tumbas (sarissa, espada y coraza en las tumbas de Vergina, de un cierto número de fuentes iconográficas que representan diversos tipos de soldados: el sarcófago de Alejandro en Sidón (cf. imágenes), el mosaico de Pompeya que representa la Batalla de Issos (cf. imagen), una estatuilla de Herculano, los frescos funerarios de Macedonia (sobre todo los de la tumba de Lisón y Calicles en Leucadia), las estelas funerarias esculpidas.

Composición

El ejército de los reyes macedonios estaba compuesto de soldados-ciudadanos (griego antiguo πολιτικοὶ στρατιῶται, politikoì stratiỗtai), de mercenarios reclutados con contrato a corto o a largo plazo, y de tropas aliadas. El ejército cívico, considerado como el mejor del mundo griego, constaba de dos componentes distintos con Filipo: de una parte, un núcleo de tropas profesionales que formaban la guardia real, que comprendía una infantería, los pezétairoi (griego antiguo πεζέταιροι), más tarde denominados (griego antiguo ὑπασπισταὶ, hypaspistaì) «hipaspistas», cuya última denominación fue (griego antiguo ἀργυράσπιδες, arguráspides) argiráspidas; y por último los «peltastas») (griego antiguo πελτασταὶ, peltastaì), y una caballería (griego antiguo βασιλικαὶ ἶλαι, basilikaì ĩlai), reclutados en el conjunto de Macedonia, y de otra parte, una importante reserva movilizada sobre una base territorial, según las necesidades.

Los mercenarios eran contratados personalmente por los reyes, mediante acuerdos internacionales que ellos podían concluir, en tanto que eran los únicos representantes del Estado facultados para conducir las relaciones con las potencias extranjeras.

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Alendaro Magno y sus oficiales recibiendo embajadas Galas (Galatas)

El ejército estaba bajo el mando de generales (strategoi) y con frecuencia formado por divisiones (moirai), mandadas por ellos, así como por las unidades (taxeis) de infantería. El escalón siguiente de los oficiales (hegemones) estaba ocupado por los aristócratas macedonios, de la región de origen de las unidades, al menos en los inicios. Muchos de ellos eran príncipes de las familias de la Alta Macedonia: por poner un ejemplo, Pérdicas, hijo de Orontes, mandaba el taxis de Oréstide y pertenecía en realidad a la casa real de esta región.

Contaba también con prodromoi.


Infantería

El origen de la infantería de línea hoplítica puede remontarse al reinado de Arquelao: antes de él, la única infantería pesada de la que disponía el Reino de Macedonia le era suministrada por las ciudades griegas aliadas.

Sin embargo, su verdadero creador fue Filipo II, considerado el inventor de la falange macedonia:  una infantería pesada particularmente eficaz, liberada de una parte de su armamento defensivo: el escudo fue reducido en un tercio, la coraza abandonada, en provecho de una pica más larga (5,5m),  la sarissa, y de una velocidad de carga incrementada.

Aunque Filipo fue inspirado asimismo por la reforma militar de Tebas (donde pasó parte de su vida como rehén) promovida por Epaminondas.

Esta reforma militar tuvo también consecuencias políticas considerables: permitía integrar una cantidad bastante mayor de macedonios en la defensa del reino y en su vida política. Al final del reinado de Filipo, el número de macedonios movilizables en la infantería pesada, reclutada sobre una base territorial, se estimaba en 30.000.

El ejército de Filipo constaba de un núcleo de infantes profesionales, los pezhetairoi (compañeros de a pie), que constituían la guardia real, y una leva territorial.

El ejército de Alejandro constaba de 24.000 infantes repartidos en 12 taxeis de falangitas, de alrededor de 1.500 hombres, y 3 quiliarquías de 1.000 hipaspistas. Hay que añadir un número indeterminado de arqueros y de otros falangitas ligeros. Alejandro extendió la denominación de pezhetairoi al conjunto de falangitas, lo que explica la lealtad que estos últimos dedicaron a su persona, y después de su muerte, a sus descendientes directos.

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Al final de los tiempos de Alejandro la infanteria tenia muchas divisiones y origenes, pero aun asi funcionaban como un cuerpo cohesionado

Los hipaspistas

El nombre de hipaspistas se refería quizás a los pezhetairoi, cuando este último nombre fue aplicado a los falangitas de la leva territorial. Al final del reinado de Alejandro, o quizás después de su muerte, la denominación de hipaspistas fue reemplazada por la de argiráspidas. Posteriormente, en el Imperio seléucida, este término designaría a los soldados de élite con escudo de plata (arguros, plata), falangitas ligeros y pesados por una parte, legionarios (inspirados en el original romano), por otra parte.

En las fuerzas expedicionarias de Asia, bajo el mando de Alejandro, los pezhetairoi (compañeros de a pie) sumaban 9.000, repartidos en 6 batallones (taxeis) de 3 lochoi cada uno. Los taxeis llevaban el nombre de su comandante y eran reclutados sobre una base territorial.

Los hipaspistas (portadores de escudo) o hipaspistas de los Compañeros eran originalmente un regimiento compuesto de escuderos personales de los Compañeros del rey. Los primeros hipaspistas llevaban las armas personales del rey, incluido el Escudo sagrado de Troya, en el combate. Esta unidad de infantería ligera, de 3.000 infantes, estaba dividida en 6 lochoi y fue dirigida por Nicanor, hijo de Parmenio, hasta su muerte en 330 a. C. Fueron entonces reagrupados en tres quiliarquías.

Los soldados del primer lochos constituían la vanguardia (agêma), y eran conocidos por la denominación de basilikoi hypaspistai (portadores del escudo real), a no ser que no constituyeran más que una fracción. Los hipaspistas reales, unidad de élite, guardaban la tienda del rey y tenían un lugar de honor en el orden de batalla. Se trataba a la vez de guardias de corps (sômatophylakes somatophylakes), y de una policía militar.

Eran reclutados entre los jóvenes macedonios. En la época antigónida, el reglamento militar de Casandrea confirma su papel de unidad de élite y su reclutamiento nobiliario.

Los hipaspistas reales estaban armados con una doratia, una lanza más corta que la sarissa, más manejable para el combate cuerpo a cuerpo y más adaptada para su función de guardia de corps. Cubrían su cabeza con un casco de tipo tracio, adornado con plumas en los laterales, y portaban escudos macedonios de un diámetro de unos 75 cm.

Los hipaspistas formaban una fila entre la caballería de los Compañeros y los compañeros de a pie: su armamento ligero les permitía seguir a la caballería y preceder a la infantería pesada.

En la época antigónida, los peltastas, en número de 3.000, constituían con los 2.000 infantes de la agêma, la élite de la infantería macedonia. Es posible que los peltastas antigónidas fueran los herederos de los hipaspistas de Alejandro y los pezhetairoi de Filipo II, un cuerpo de infantería pesada de élite.

El cambio de nombre estaría quizás ligado a la adopción de un escudo más pequeño. De todos modos, el término de hipaspistas habría estado reservado a la guardia real.

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La falange

El término cubre a la vez a los pezhetairoi y a los asthetairoi (mucho menos conocidos, situados en la retaguardia, cuidaban a los heridos), lo esencial de la infantería pesada macedonia. En la época antigónida, los falangitas se dividían en dos alas de calcáspides (escuderos de bronce) y leucáspides (escudos blancos), atestiguados tanto por Polibio como por Tito Livio.

Sus efectivos crecieron al final de la Dinastía Antigónida: fueron 10.000 en el 224 a. C., 16.000 en el 197 a. C.,  21.000 en el 171 a. C., y probablemente 24.000 en el 168 a. C.

El componente básico de la falange era el lochos, la fila de 16 hombres mandados por un lochagos. Cuatro lochoi componían una tetrarquía de 64 hombres bajo la dirección de un tetrarca. Cuatro tetrarchiai formaban un syntagma o incluso una speira, la unidad táctica básica. La unidad superior que reunía cuatro speirai, 1.024 hombres, era la quiliarquía, mandada por un quiliarca. Cuatro quiliarquías formaban una strategia de 4.096 falangitas, a la cabeza de la cual estaba un strategos. En cada nivel, el comandante de la unidad lo era también de una de las unidades inferiores que la componían: el strategos era así uno de los cuatro chiliarchai (quiliarcas).

Las unidades superiores contaban con un cierto número de oficiales suplementarios (ektaktoi o exarithmoi taxéos), de los cuales el hipereta en la speira, el archipereta en la quiliarquía, eran oficiales de intendencia. Estaban encargados del inventario y la conservación del botín, la distribución de la soldada y de las raciones, y del equipamiento eventualmente. En el nivel de strategia, se hallaban los grammateis (secretarios), quienes se encargaban del papeleo del ejército.

El armamento de los falangitas es descrito por el código militar de Anfípolis, que preveía las multas a los militares desprovistos del armamento reglamentario. Trata para las armas defensivas de una coraza no metálica (kotthybos, κότθυβος), de un casco ogival (kônos, κῶνος), de un escudo (aspis/ἀσπις) y de grebas (knêmides, κνημῖδες, en español, cnémidas), y para las armas ofensivas de una pica (sarissa, σάρισα) y de una espada corta (makhaira, μάχαιρα). Significativamente, las multas más graves eran para las armas ofensivas y el escudo, cuya ausencia comprometía la eficacia total de la formación.

Los oficiales llevaban una semicoraza metálica en lugar de una coraza no metálica. Hay que subrayar que los descubrimientos arqueológicos muestran que los falangitas podían utilizar asimismo la espada hoplítica recta de dos filos, el xifos (ξῖφος/xiphos), así como la lanza hoplítica (dory), más corta que la sarissa. (Véase también sistema hoplítico)

La falange macedonia demostró con creces su superioridad sobre la falange tradicional griega durante la batalla de Queronea en el 338 a. C., donde se enfrentaron los macedonios contra una fuerza conjunta de atenienses y tebanos, que fueron vencidos (el Batallón Sagrado de Tebas fue casi aniquilado) y en consecuencia Macedonia pasó a controlar la Hélade.

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Otras unidades de infantería

Asthetairoi

Los asthetairoi (singular asthetairos) fueron la élite de la infantería macedonia. Eran elegidos entre los pezhetairoi, pero la distinción ha dado lugar a debates, aunque parece que más tarde el nombre de asthetairoi fue preferido al de pezhetairoi.

Estaban equipados con una sarissa, un escudo argivo y un espada corta. Llevaban un casco de bronce. Fueron los guardaespaldas de los reyes macedonios.http://www.twcenter.net/forums/attachment.php?attachmentid=63501&stc=1&d=1258665490

Thureóforos y peltastas

Los tureóforos fueron un tipo de soldados de infantería, común entre los siglos III y I a. C., que llevaban un gran escudo oval llamado thureos que era de madera, recubierto de cuero, con una franja metálica y una espina central, y disponía de un asa central. Estaban armados con una larga lanza de empuje, jabalinas y una espada. Usaban normalmente un casco macedonio de hierro o de bronce. El thureos fue probablemente una adaptación de un escudo celta o gálata. Las infanterías iliria y tracia quizás adoptaran este escudo antes que los macedonios.

Los tureóforos no eran normalmente escaramuzadores ni falangitas, sino que tenían una función intermedia entre ambos tipos y eran capaces de operar de un modo similar al de los peltastas. En el ejército de Filipo V de Macedonia eran utilizados para dirigir la columna de marcha en territorios peligrosos.

En el siglo IV a. C., la principal infantería mercenaria era la peltasta, cuyo nombre se convirtió en sinónimo de mercenario. Unas pocas ilustraciones de principios del siglo III a. C. aún muestran en uso un pequeño escudo redondo, la pelta, pero a mediados del mismo siglo fue reemplazado por el tureo.

Los tureóforos no eran sólo griegos o macedonios, sino que también procedían de lugares como Anatolia.

Los tureóforos aparecen con frecuencia ilustrados en las pinturas funerarias de Alejandría y de Sidón. Igualmente se han encontrado representados en terracotas de Seleucia del Tigris.

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Agêma

Los agêma, literalmente «los guardias», eran los guardias de élite.

Eran hipaspistas y asthetairoi, y posteriormente argiráspidas. En los Estados orientales de los diádocos (seléucida, ptolemaico de Egipto, el reino de Bactria) constituían los guardias de infantería del rey. Los guardias agêma orientales llevaban coraza de bronce, casco frigio o tracio y escudo argivo. Como armas ofensivas tenían una sarissa y una espada cortas.

Toracitas

 

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Relieve de infanteria macedonia

Los toracitas (thorakitai, en ingular thorakites) eran unos soldados de infantería similares a los thureophoroi, que se cubrían con una corta cota de malla y utilizaban como armas arrojadizas unas jabalinas algo pesadas.

Fueron usados en los ejércitos helenísticos como auxiliares de la infantería ligera, y en la falange macedonia protegían sus flancos. Eran un tipo de infantería acorazada, pero móvil, que no requerían de una formación rígida para su eficacia en el combate, constituyendo una poderosa unidad de choque. Son mencionados por Polibio en el ejército de la Liga Aquea y en el seléucida.

Una representación en una tumba de Sidón muestra lo que podría ser un thorakites. La fragmentaria inscripción indica que se trataba de un anatolio.

Caballería pesada

La caballería pesada, llamada «caballería de los compañeros» (hetairoi), era reclutada entre la nobleza de Macedonia. Constaba de 3.000 caballeros al principio de las campañas de Alejandro, de los cuales 1.500 le acompañaron en Asia. Al igual que los philoi (basilikoi) 'amigos (reales)', el término se conoció como «título áulico» en la época de los diádocos[9]

Estaba dividida en 12 escuadrones, el primero de los cuales era el Escuadrón Real (basilikè ilè), que constituía la vanguardia (griego antiguo tο άγεμα, agêma) de la unidad. Este escuadrón tenía un efectivo de 300 jinetes, mientras que los otros constaban de 250 lanzas. Fue Alejandro quien extendió el nombre de Compañeros al conjunto de la caballería pesada macedonia.

La unidad básica de la caballería era una ila, escuadrón de 250 jinetes mandado por un ilarca, y estaba dividida en dos lochoi, que a su vez se dividían en dos tetrarquías de 60 caballeros, bajo el mando de un tetrarca.

La formación táctica básica de la tetrarquía era la cuña, inventada por Filipo II: el tetrarca se colocaba en la punta de esta formación triangular, mientras que los jinetes experimentados ocupaban el centro de la formación y cada extremidad de las líneas de 13 caballeros.

El ilarca estaba acompañado de un heraldo que transmitía sus órdenes, y era auxiliado por hiparetas (sirvientes).

Los cuatro vértices de la ila se colocaban en una sola línea de intervalo, respetando un intervalo suficiente entre ellas para permitirles maniobrar. Esta formación confería una mayor flexibilidad en las maniobras con un cambio rápido de la dirección de ataque. Podían juntarse de dos a cuatro ilai para formar una hiparquía o brigada, bajo el mando de un hiparco.

Cada caballero disponía de un asistente encargado de vigilar su caballo y su equipamiento. Los caballeros eran propietarios de su caballo y recibían cuando se enrolaban la suma de dinero suficiente para subvenir a la compra de un caballo de calidad.[10]

Iban cubiertos con un casco. Al principio fue del modelo frigio, pintado con los colores del escuadrón, antes de que Alejandro impusiera el modelo beocio, más simple. El casco llevaba los distintivos del rango del caballero. Estaban equipados con una lanza de 3 m llamada xyston, hecha con madera de cornejo, provista de dos puntas, para poder ser utilizada si se rompía. Como arma secundaria, el caballero portaba en el costado izquierdo una espada curva (kopis, makhaira). El tipo de coraza con el que se protegían variaba, aunque sólo los caballeros de las unidades pesadas la llevaban. En la época de Alejandro no llevaban escudo. Una serie de relieves funerarios encontrados en Macedonia indican la evolución del armamento de los caballeros en la época antigónida, con la adopción de un gran escudo redondo de origen celta.

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Caballería ligera

Los πρόδρομοι prodromoi' (exploradores) o también llamados σαρισοφόροι sarisophoroi (portadores de sarissa) constituían la caballería ligera empleada para misiones de reconocimiento, de persecución y para provocar el inicio de las batallas. Estos caballeros estaban armados con jabalinas, actuaban como tiradores y aseguraban los flancos del ejército durante la batalla, realizando misiones de reconocimiento. La caballería se completaba con varios cientos de jinetes aliados, provenientes de diversos lugares, que llevaban a cabo distintos roles y empuñaban distintas armas.

Cuando Alejandro III regresó de la India, la caballería había sufrido reformas drásticas, e incluía a miles de arqueros a caballo y caballería pesada formada por asiáticos.

Los prodromoi desaparecen de las fuentes después del 330 a. C. y se ha emitido la hipótesis de que fueron divididos entonces en hippakontistai (lanzadores de jabalina montados) y en sarisophoroi hippeis (portadores de sarissa montados), dos tipos de caballeros que existían antes de esta fecha, probablemente en el seno de los prodromoi. Es posible también que esta caballería ligera acogiera a los jóvenes macedonios antes de su integración en la caballería pesada. Se sabe por la ley efébica de Anfípolis que la equitación y los ejercicios ecuestres formaban parte de la educación de los jóvenes macedonios.

Los caballeros estaban tan bien considerados como los oficiales y pasaban a la reserva a la edad de 55 años, contrariamente a los soldados de infantería. Por esta razón, se beneficiaban de recompensas y privilegios suplementarios.

 

Caballería tesalia

A partir del 352 a. C. y de la victoria de Filipo II sobre Onomarco, Tesalia estuvo prácticamente bajo protectorado macedonio. Filipo fue elegido arconte de los tesalios, título que recibió también Alejandro, y que le otorgaba un cierto número de prerrogativas, como la utilización del tesoro federal. Como consecuencia, un importante contingente de caballería pesada tesalia formaba parte del ejército macedonio.

La organización y el equipamiento de la caballería tesalia eran similares a la caballería de los hetairoi. Empuñaban lanzas muy cortas y empleaban formaciones romboidales. Los efectivos de Alejandro que desembarcaron en Asia para la invasión incluían a 1.800 jinetes tesalios, divididos en 8 ilai, cuya vanguardia estaba constituida por el escuadrón de élite de Farsalia. Se les confiaba un papel defensivo, de protección del flanco izquierdo. Los Compañeros, con una cantidad de jinetes, se situaban en el flanco derecho, el cual era la posición de honor en los ejércitos helenísticos para las tropas de élite. Los Compañeros realizaban la maniobra decisiva de ataque de la batalla.

En las batallas de Gránico, Issos y Gaugamela, la caballería tesalia, situada en el flanco izquierdo, estuvo mandada por Parmenio. En ocasiones fue considerada la mejor unidad de caballería, aunque su actuación no había sido decisiva durante las tres grandes batallas contra los persas; la ofensiva victoriosa siempre tuvo lugar desde el ala mandada por Alejandro.

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Elefantes de guerra

El elefante utilizado como recurso bélico por el ejército persa en la Batalla de Gaugamela (1 de octubre de 331 a. C.) contra el ejército del conquistador macedonio, y que tanto desconcierto causó en sus filas, fue lo que impulsó a Alejandro a incorporarlo a su ejército tiempo después.

En el 326 a. C., en la Batalla del Hydaspes contra el rey indio Poros, aunque aún no contaba con elefantes, sabía muy bien cómo enfrentarse a los 200 elefantes que había en el campo de batalla. Aunque los caballos de la caballería macedonia se negaron a enfrentarse a ellos, la infantería se encargó de los mahout. Se estima que sólo sobrevivieron la mitad de los elefantes.

Alejandro fue idealizado como vencedor de los «monstruos» del Indo. En el «decadracma de Poros», acuñado hacia el 323 a. C., puede verse a Poros montado en un elefante blandiendo una lanza hacia Alejandro, quien lo persigue a caballo. En una moneda acuñada en el reinado de Ptolomeo, Alejandro está cubierto con la piel de un elefante, símbolo de su victoria en India.

Uno de los motivos que se barajan para explicar que el ejército de Alejandro no procediera a la conquista del reino de Magadha, fue el elevado número de elefantes del ejército de este reino, cuyo rey Chandragupta Maurya incrementó hasta casi diez mil. No se sabe con seguridad si llegaron a enfrentarse ambos reyes. Hay constancia, sin embargo, de que Seleuco I Nicátor, uno de los diádocos de Alejandro, en el 305 a. C. se enfrentó a este rey y fue vencido. En virtud del tratado que firmaron, el monarca de Magadha entregó un elefante a Seleuco, quien le correspondió con la entrega de una de sus hijas.

En el 301 a. C. en la Batalla de Ipsos, considerada como la más grande batalla de elefantes de la Antigüedad (por lo menos no india), Seleuco alineó contra Antígono I Monoftalmos una tropa de 400 elefantes, obtenidos gracias al tratado de paz mencionado con Chandragupta Maurya. Situó a la masa de elefantes apoyando a la infantería, lo que le permitió impedir que la caballería enemiga tomara la retaguardia y lograr una gran victoria.

El campo de batalla fue dominado por una combinación de la falange, de la caballería y de los elefantes de guerra durante las Guerras de los diádocos. El poder del elefante creció con las torretas puestas a lomos del animal. En la torreta, un piquero y un arquero podían atacar a los enemigos y a la vez intentar detener al elefante para que no cruzara a las líneas enemigas. Era controlado por un conductor de origen indio, armado con varias jabalinas.

Las principales ventajas de los elefantes eran su tamaño y el terror que causaba el verlos. Eran especialmente útiles contra la caballería, porque los caballos, que no estaban acostumbrados a la visión y al sonido de un elefante, se escapaban la mayoría de las veces.

Una fila de elefantes, con un espacio entre ellos de 20 a 50 metros, bastaba para detener una carga de la caballería pesada. En cambio, los elefantes tenían una gran desventaja, ya que aunque era difícil matarlos, las heridas infringidas o la pérdida del conductor eran a menudo suficientes para asustar al elefante y también se convertía en un gran peligro para su propio ejército si retrocedía. Debido a esto, normalmente eran escoltados por un grupo de infantería ligera.

Al final de la época de los diádocos, los elefantes tenían adscrito de modo permanente una escolta de la infantería ligera, disponían de una torreta suficientemente grande para soportar a cuatro hombres, y sus patas eran protegidas con cuero o bandas metálicas, para impedir que el enemigo cortara sus músculos. Los soberanos helenísticos adoptaron esta arma de guerra.

El elefante africano también fue usado por los Ptolomeos, por el ejército cartaginés y por Pirro de Epiro contra los romanos. Se ignora si Cartago usó torretas, pero los ejércitos de los lágidas sí las emplearon.

En la Batalla de Rafia (217 a. C.), Ptolomeo IV dispuso de 73 elefantes africanos y Antíoco III el Grande de 102 elefantes asiáticos. Fue la primera batalla de la Antigüedad en la que los elefantes de ambos continentes se enfrentaron en gran número. Los dos adversarios dividieron sus tropas de elefantes en dos unidades dispuestas en las alas a fin de defender a la caballería; los elefantes de Asia eran más grandes y más agresivos que sus congéneres africanos (se trataba de elefantes indios), y derrotaron a los de Ptolomeo, pero no bastó para que éste fuera vencido.

Bajo los seléucidas y los lágidas, los elefantes fueron revestidos con una coraza y con una torreta (mencionada arriba), en la que había de dos a cuatro tiradores. El mahout se ponía a horcajadas sobre el cuello del animal.

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Reclutamiento

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Tanto la caballería como la falange eran reclutadas sobre una base territorial constituida por cuatro grandes distritos (Botiea, Anfajítida, Alta Macedonia y prôtè méris), subdivididas en ciudades o en grupos de ciudades en la Baja Macedonia, y en ethnè o grupos de ethnè en la Alta Macedonia. El reclutamiento territorial se aplicaba tanto a los soldados como a los oficiales. Se puede decir que el ejército macedonio no era más que la colección de armas particulares de sus subdivisiones cívicas o territoriales. Varias unidades cívicas podían ser combinadas para formar una unidad táctica si sus efectivos eran insuficientes.

El reclutamiento era efectuado por oficiales especiales, a los cuales el rey enviaba las órdenes de movilización, precisando la fecha y el lugar de la concentración. La movilización podía ser general, o sólo parcial, según un sistema de rotación que se ha perdido. Coincidía generalmente con la gran asamblea de los macedonios en armas en primavera, para la lustración ritual del ejército, cuando la celebración de la fiesta de las Xandika (que daban su nombre al mes macedonio). El lugar de reunión del ejército era o en la capital, Pella, o en un gran centro religioso, como Dión, o incluso en el lugar idóneo según la siguiente campaña militar.

Según el reglamento del servicio militar de la época antigónida, del cual ha sido encontrada una copia epigráfica en Casandrea, se reclutaba a los hombres entre los 15 y 50 años.

La asignación de las diferentes unidades (peltastas, agêma, falange) se hacía mediante un criterio censal: los reclutados de las familias más ricas eran enrolados como peltastas y la agêma (probablemente también para pezhetairoi/hipaspistas bajo Filipo II y Alejandro, respectivamente). Lógicamente, tan sólo los macedonios más acomodados podían dedicar el tiempo necesario al entrenamiento intensivo que requería la pertenencia a los cuerpos de élite. Por las mismas razones, el límite de edad de los peltastas se rebajaba a 35 años, y la de los integrantes de la agêma a 45 años. El límite de edad para ser rechazado por criterios familiares, seguía o no la posibilidad de reemplazar al soldado, que podía ser llevado a servir en la reserva hasta los 55 años.

Entrenamiento

El entrenamiento del soldado macedonio comenzaba en su juventud con la educación efébica durante dos años, para los que vivían en las ciudades: la ley gimnasiarca de Véria muestra la práctica de numerosas disciplinas paramilitares (tiro al arco, lanzamiento de jabalina), en los que hay que contar probablemente los ejercicios de maniobras preparatorios para la integración en la falange, puesto que el reclutamiento podía tener lugar desde los 15 años de edad. La participación en la efebía estaba sujeta a un censo mínimo de 3.000 dracmas en la ciudad de Anfípolis), y estaba vetada a los hijos de los artesanos o de los comerciantes.

Polieno describe cómo Filipo II entrenaba a su ejército multiplicando los ejercicios y las maniobras. Los falangitas se entrenaban con todas las armas, cargados con su ración alimentaria, y debían recorrer a marchas forzadas 300 estadios (alrededor de 54 km). Frontino precisa que Filipo había prohibido a sus tropas el uso de carros para los bagajes y que una unidad de 10 hombres no tenía derecho más que a un solo porteador, y un caballero a un único escudero. En campaña, cada hombre debía llevar trigo para 30 días.

Logística

La administración del ejército en campaña era asunto del secretario real (grammateus basilikos), Eumenes de Cardia lo fue en la época de Filipo II y de Alejandro. El Secretariado del Ejército poseía las listas de movilización (syllogismous) y los registros de efectivos (syntelas), que indicaban las fuerzas de las diferentes unidades, y en función de las cuales eran ocasionalmente distribuidas las raciones, pagados los equipamientos, decididos los refuerzos y las promociones. Los suministros eran repartidos por lochoi en la infantería y por ilai en la caballería: el reparto final era asunto de los hyperetai, el equivalente en la época helenística a los sargentos mayores.

El Secretariado del ejército estaba dividido en diversas secciones, cada una dirigida por un secretario (grammateus) asistido por inspectores (episkopoi): se sabe de la existencia de un Secretario de la Caballería y de un Secretario de los Mercenarios para Egipto.

El Secretario de la Caballería tenía la difícil tarea de reemplazar las monturas perdidas en combate (1.000 de 7.000 en Gaugamela, por ejemplo), por requisa local o por el envío de refuerzos provinciales. Los Lágidas y los Seléucidas el testimonio de acaballaderos reales (hippotropheia, ἱπποτροφεία) que proveían los caballos: debieron existir también en Macedonia. El reino antigónida los mantenía en Sición.

Un tipo de tetradracmas de Alejandro I lleva en el anverso un caballo marcado con un caduceo, marca de las caballerizas reales. Su existencia está confirmada por un reglamento del servicio militar encontrado en Casandrea, concerniente al desfile de los caballos de la caballería, el examen (dokimasia) que, como en Atenas, debía determinar si eran buenos para el servicio: era probablemente el hiparco quien se encargaba y transmitía la información al epístata. Si fallaba en su tarea, podía ser castigado con una multa de 1.000 dracmas (Hatzopoulos 2001).

Normalmente, las raciones no eran suministradas, sino que cada soldado debía comprarlas a los mercaderes que seguían al ejército. La requisa no era utilizada más que como último recurso.

Que las armas eran suministradas por el Reino, al menos en parte, es revelado no solamente por las fuentes literarias (2.5000 panoplias fueron enviadas para reequipar al ejército de Alejandro antes de la campaña de la India),   sino también por la arqueología: numerosas armas (balas de hondas, puntas de flechas encontradas en Metone, puntas de lanzas, escudos en Dión), llevaban las inscripciones (MAC o PHILIPPOU, por ejemplo) que atestiguan la existencia de manufacturas y de arsenales reales donde eran fabricadas. En el siglo III a. C., Eumenes de Pérgamo declaró al Senado romano que los arsenales de su reino podían equipar totalmente a tres ejércitos de 30.000 infantes, 5.000 caballeros y 10.000 mercenarios.

 

Composición étnica del ejército y recuento

Las fuentes dan una idea de la escala de los movimientos de población. En 334 a. C., cuando invadió Asia, Alejandro llevó 12.600 griegos del sur con él, de los cuales 7.600 eran de las ciudades de la Liga de Corinto y el resto mercenarios.

El resto de su ejército de 37.000 hombres estaba formado por macedonios, reclutas de las tribus del norte de Macedonia y griegos del centro-norte de Grecia, como los tesalios. Recibió alrededor de 65.000 nuevos mercenarios durante su expedición, de los cuales al menos 36.000 se quedaron como tropas de guarnición o colonos.

Unos 23.000 griegos (que podrían haber incluido norteños e incluso macedonios) fueron asentados después por Alejandro en las satrapías persas orientales. A su muerte se rebelaron con el deseo de volver a Grecia y fueron masacrados por los macedonios.

Tras la muerte de Alejandro, parece que los nuevos gobernantes (diádocos) continuaron reclutando en Grecia en cantidades cada vez mayores. Antígono I Monoftalmos tenía 28.000 infantes y 8.500 jinetes en 317 a. C. Contra él presentó Eumenes 35.000 infantes y 5.000 jinetes.

Once años más tarde, Antígono tenía 80.000 infantes.

Un siglo después Antíoco, uno de los epígonos, pudo movilizar 70.000 infantes y 5.000 jinetes, de los cuales no menos de 40.000 habían sido reclutados en Grecia y Asia Menor. La fuerza que Ptolomeo le opuso en 217 a. C. incluía 5.000 mercenarios griegos, contando con 2.500 cretenses.

Gran parte de los contingentes procedían de las zonas menos urbanizadas, como Etolia, Tesalia y Creta, y no de otras ciudades como Atenas. Incluso en la ciudad relativamente próspera de Magnesia del Meandro, a orillas del río Meandro, bajo Antígono los ciudadanos querían trasladarse a la nueva fundación de Antíoco en la lejana Persis.

Desde inicios del siglo IV a. C., los espartanos también habían estado ganando dinero sirviendo a potentados extranjeros, y esto continuó en los siglos posteriores.

Las ambiciones de estos miles de hombres, muchos de los cuales habrían experimentado una relativa pobreza en sus ciudades natales, pudo proporcionar algo de la motivación para las conquistas iniciales de Alejandro y las luchas territoriales de los diádocos.

CARLOMAGNO Y LA DESTRUCCIÓN DEL KANATO DE LOS ÁVAROS

CARLOMAGNO Y LA DESTRUCCIÓN DEL KANATO DE LOS ÁVAROS

 

COMIENZO DE LA GRAN GUERRA ÁVARA


Después de un prolongado vacío en el que no tenemos noticia alguna del devenir de la nación ávara, una catarata de información de primera mano llega a nosotros desde el momento en que Carlomagno enfoca su atención hacía ese rincón de Europa.

El motivo por el cual el emperador centra sus miras en Panonia es, indirectamente, los problemas ocasionados por el Duque de Baviera, Tasilon III.
Este ducado, durante la primera mitad de siglo VIII había ganado para sí una buena dosis de autonomía, ya que aunque prestaba vasallaje a los francos lo hacía solo de carácter testimonial, como se puso por otra parte en evidencia cuando en el año 763 eludió enviar tropas de apoyo al franco Pipino el Breve durante su guerra en Aquitania.

Demostró Baviera un gran vigor como potencia regional, expulsando a los ávaros de Corintia, cristianizando aquellas tierras y, en definitiva, haciéndose sospechoso por su iniciativa a los ojos de un Carlomagno, rey de los francos a partir del 768, que lucha por devolver al Imperio su perdida cohesión y fuerza.
Carlomagno obligó entonces al Duque, año 771, a prestar juramento de vasallaje. Acción que no debió convencer del todo al franco ya que de nuevo, ante el comportamiento de Tasilon, y esta vez con mayor gravedad, le cita en la ciudad de Worms a que acuda ante él en persona. Es el año 786, y el comienzo de los hechos que conducirán, indirectamente, al estallido de la guerra ávara.
Tasilon III, que no responderá a las demandas de Carlomagno, prepara una guerra dando entrada en ella a sus vecinos los ávaros, que ven una estupenda oportunidad de ganar botín y recuperar los territorios que le habían sido arrebatados por el bávaro, y a los más alejados pero siempre relevantes bizantinos.
Por desgracia para Tasilon, su pueblo no está para aventuras y esa falta de apoyo conduce al año siguiente a que Carlomagno pueda ocupar militarmente el país y detener al considerado traidor. Para entonces, y pese a que el duque ahora en presencia del rey franco lo niega, sus aliados del este dan comienzo a sus ataques.

Efectivamente las incursiones ávaras comenzaron con fuerza y se demostró entonces la connivencia de los bávaros, que no se interpusieron a su paso con la debida resolución.

En Italia, que también fue atacada, la caballería ávara llegó sin oposición hasta Verona ganando un importante botín, aunque en Baviera, pese a las facilidades que encontraron, fueron detenidos por los francos y empujados hacia el Danubio en donde fueron casi aniquilados.

El Strategikon de Mauricio

Es el emperador Mauricio un perfecto conocedor del tipo de enemigo al que se enfrenta, y buena prueba de ello es esta descripción del metodo de lucha de los nómadas que aparece en su obra Strategikon, conservada hasta nuestros días.


Tratando con los Escitas. Es decir, ávaros, turcos y otros cuyo estilo de vida se parece al de los pueblos hunos.
Las naciones escitas son una en lo que refiere a su forma de vida y a su organización, la cual es primitiva e incluye a muchos pueblos. De estos pueblos, solo los turcos y los ávaros se interesan por la organización militar y esto los convierte en más fuertes que las otras naciones escitas al llegar a las batallas francas. La nación de los turcos es muy numerosa e independiente. No son versátiles ni habilidosos en la mayoría de los trabajos humanos ni siquiera se han entrenado parana que no sea comportarse bravamente en contra de sus enemigos. Los ávaros, por su parte, son pícaros, taimados y muy experimentados en las cuestiones militares.

Las naciones tienen una forma monárquica de gobierno, y sus gobernantes los someten a crueles castigos por sus errores. Gobernados por miedo y no por amor, soportan fielmente rudos trabajos y labores. Resisten calor y frío y la carencia de muchas necesidades, dado que son nómadas. Son muy supersticiosos, traicioneros, sucios, pérfidos y poseídos por un insaciable deseo de riquezas. Desprecian sus juramentos, no respetan pactos y no se contentan con obsequios. Aún antes de aceptar el obsequio, hacen planes para traicionar y engañar con quienes acuerdan. Son muy inteligentes para estimar las mejores oportunidades para hacer esto y sacar inmediatas ventajas. Prefieren prevalecer sobre sus enemigos no tanto por la fuerza como por el engaño o la mentira, ataques por sorpresa y corte de suministros.

Están armados con mallas, espadas, arcos y lanzas. En combate, la mayoría de ellos ataca doblemente armada; lanzas arrojadas sobre sus hombros y sosteniendo arcos en sus manos, hacen uso de ambos según lo requieran las necesidades. No solamente ellos usan armaduras sino que los caballos de sus hombres importantes cubren su frente con hierro o fieltro. Prestan especial atención al entrenamiento del tiro con arco montados.

Una gran manada de caballos y yeguas les siguen, tanto para proveerles alimento como para dar la impresión de un gran ejército. No acampan entre trincheras como hacen los persas y romanos y hasta el día de la batalla se distribuyen según sus tribus y clanes, haciendo pastar continuamente a sus caballos tanto en verano como en invierno. Toman entonces a los caballos que consideran necesarios, atándolos cerca de sus tiendas, manteniéndolos allí hasta que es tiempo de formarlos en línea de batalla, acto que realizan al amparo de la noche. Estacionan sus centinelas a cierta distancia, manteniéndose en contacto uno con otro, de modo tal que no es posible tomarlos por un ataque sorpresa.

En combate no hacen como hacen los romanos y los persas, de formar su línea de batalla en tres partes, sino que los hacen en varias unidades de número irregular, todos formados muy juntos para dar la apariencia de una larga línea de batalla. Separada de la formación principal, tienen una fuerza adicional a la que pueden enviar para emboscar a un enemigo descuidado o mantener en reserva para ayudar a alguna sección que esté soportando mucha presión.
Prefieren las batallas de largo aliento, las emboscadas, rodear a sus adversarios, simulando retiradas y retornos repentinos y formaciones en forma de cuña, esto es en grupos dispersos. Cuando hacen huir a sus enemigos, dejan todo a un lado y no se conforman, como los persas, los romanos y otros pueblos, con perseguirlos hasta una distancia razonable, saqueando sus pertenencias, sino que no los dejan hasta haber obtenido la completa destrucción de los mismos".

Dicho esto, hay que reconocer que han pasado ya dos siglos desde que el bizantino hizo este cuidadoso retrato de su enemigo. Ahora, al menos, varias cosas han cambiado. Primero hacen uso de las posiciones estáticas de defensa con las que cubren las principales vías de acceso a sus territorios. Segundo, su fuerza militar ha decaído muchísimo. Su cohesión política se tambalea y con ello su capacidad de defensa o ataque. Son solo un poder regional absolutamente incapaz de enfrentarse con éxito a un ataque continuado por parte de sus dos rivales mas temibles, bien los francos con los que lindan en occidente, o bien los búlgaros, a los que solo por el momento mantienen a raya en la frontera carpática.

CARLOMAGNO EN GUERRA CON ÁVARIA

La desaparición de Baviera como estado independiente y su suplantación por el poderoso estado franco vino a trastocar severamente la sensación de seguridad que hasta entonces habían sentido los ávaros. Si los bávaros habían sido unos vecinos relativamente débiles, el reino de Carlomagno era todo lo contrario. No había tiempo que perder, por lo que el Kan trató de llegar a un acuerdo con el monarca occidental.
Carlomagno sabía que su posición era mucho más sólida que la de su adversario y por ello demandó del ávaro un cambio en las demarcaciones fronterizas. El Kan debería ceder terreno y hacer retroceder la frontera.

Las negociaciones se prolongaron cerca de un año. En realidad el ávaro no tenía la intención de acceder a las demandas del franco, no estaba dispuesto a que los germanos se acercasen todavía más a la llanura panonia, centro neurálgico del estado ávaro. Mientras los ejércitos ávaros se reunían junto a la frontera del Enns (foto)

Valle del Enns

haciendo tan solo una demostración de fuerza, Carlomagno preparaba secretamente una guerra de gran envergadura.

El año 791 dieron comienzo las hostilidades, guerra que permaneció inactiva hasta que el propio emperador franco, en septiembre, pudo reunirse por fin con su ejército.
El plan franco, realmente sofisticado para la época, consistía en la utilización conjunta de varios cuerpos de ejército que avanzarían sobre la frontera ávara simultáneamente, desde distintas direcciones con la intención de desbordar sus defensas estáticas. Hacía ya mucho tiempo que los ávaros habían confiado la protección de sus territorios fronterizos a una serie de fortalezas estratégicamente situadas, denominadas rings, que cerraban el paso a la llanura panonia.

Si un ejército lento y pesado como el franco quería llegar hasta el centro del territorio ávaro debía proteger sus líneas de comunicaciones, por ello se hacía imprescindible tomar y destruir todas aquellas posiciones fortificadas.

El primer éxito llegó desde el frente italiano. Allí, en la frontera de Friul, la fortificación ávara que protegía aquella ruta de acceso fue tomada al asalto.
En el norte, el avance franco, formado por dos columnas de ataque, una a cada lado del Rhin, apoyadas ambas por una flotilla fluvial, avanzó incontenible abatiendo una tras otra todas las posiciones enemigas que encontraron por el camino. Las fuerzas ávaroeslavas fueron empujadas irremisiblemente hacía el interior de su territorio.

El Kan, que no deseaba enfrentarse todavía con los ejércitos del emperador en campo abierto, optó por una estrategia de tierra quemada. Dado lo avanzado de la estación, el plan era bien fácil que surtiese efecto y así, al menos, ganar un tiempo del que estaba en esos momentos realmente necesitado.
Para los francos, que habían comenzado con buen pie la ofensiva, supuso un completo revés la actitud del Kan de no presentar batalla.
Avanzando por regiones que habían sido previamente devastadas por los ávaros, las fuerzas de Carlomagno se vieron pronto sometidas a una severa carestía.
A mediados de octubre las pérdidas resultaban tan gravosas en hombres (enfermedades) y bestias (falta de forraje) que resultó del todo inevitable la suspensión de las hostilidades, emprendiendo luego una rápida retirada sobre territorio imperial.
Para Carlomagno, este fracaso estratégico en la campaña del 791 lo único a lo que le condujo es a un mayor compromiso en la guerra en curso, de la que no estaba dispuesto a desistir. Ahora volvería a empezar desde cero, en vista de los errores logísticos cometidos durante las operaciones. Había que planificar una nueva invasión, y esta vez nada debía salir mal.

Dos años invirtió el emperador en la tarea de preparar a sus ejércitos para la lucha. Desde Baviera dirigió metódicamente un nuevo plan de ataque, operación para la que debían proyectarse una serie de infraestructuras, nuevas rutas de comunicación y depósitos, que permitirían a los ejércitos carolingios penetrar en profundidad en territorio ávaro sin miedo a quedar desabastecidos, tal y como parece había ocurrido en la campaña precedente.

LOS RINGS ÁVAROS

Acerca los llamados rings ávaros, disponemos de una magnífica descripción del mayor de ellos:

Libro II de los Monjes (fragmentos)

Concerniente a las Guerras y las Proezas Militares de Carlos

"El país de los Hunos", decía, "estaba rodeado por nueve anillos ". Yo no podía pensar en ningún anillo excepto nuestros ordinarios anillos de mimbre para rediles; y entonces pregunté: "¿qué, en nombre de lo maravilloso, quiere usted decir, señor?" "Bien", dijo él, "fue fortificado con nueve setos". Yo no podía pensar en ningún seto excepto aquellos que protegen nuestros trigales, de modo que otra vez pregunté y él contestó: "Uno de los anillos era tan amplio, es decir, contenía tanto dentro de él, como todo el país entre Tours y Constanza. Estaba formado por troncos de roble y ceniza y tejo y tenía veinte pies de ancho y lo mismo de altura. Todo el espacio interior estaba lleno de piedras duras y arcilla astringente; y la superficie de estos grandes terraplenes fue cubierta por césped y hierba. Dentro de los límites de los anillos fueron plantados arbustos de tal clase que, aún cuando podados e inclinados, todavía brotaban ramitas y hojas. Entre estos terraplenes estaban dispuestas las aldeas y las casas de modo tal que la voz de un hombre podía alcanzar de una a otra.

Y enfrente de las casas, a intervalos en aquellos invencibles muros, fueron construidas puertas de no gran tamaño; y por estas puertas los habitantes lejanos y cercanos salían en expediciones merodeadoras. El segundo anillo se parecía al primero y distaba veinte millas Teutónicas (o cuarenta italianas) del tercer anillo; y así hasta el noveno: aunque por supuesto, los sucesivos anillos eran cada uno mucho más estrecho que el precedente. Pero en todos los círculos las propiedades y las casas estaban en todas partes dispuestas de modo tal que que el repique de la trompeta llevaba las noticias de cualquier acontecimiento de una a otra".

Durante doscientos y más años los Hunos habían barrido la riqueza de los estados occidentales dentro de estas fortificaciones, y como los Godos y los Vándalos perturbaban al mismo tiempo el reposo del mundo, el mundo occidental fue convertido casi en un desierto. Pero el muy invencible Carlos los sometió de modo tal en ocho años que apenas permitió que permaneciera cualquier rastro de ellos. Retiró su mano de los Búlgaros, porque después de la destrucción de los Hunos, no pareció probable que pudieran hacer daño alguno al reino de los Francos. Todo el botín de los Hunos, que él encontró en Pannonia, lo dividió muy liberalmente entre los obispados y los monasterios.

LA OFENSIVA FINAL

Dentro del gigantesco plan operacional había algunos proyectos que podían resultar demasiado ambiciosos hasta para el propio emperador. Surgió la idea de comunicar el Rhin con el Danubio mediante la construcción de un largo canal. Esta obra habría permitido una conexión directa, fluvial, entre el valle del Rhin y el alejado frente danubiano de Panonia, una nueva ruta de comunicación que garantizaría un flujo continuado de abastecimientos a las tropas en campaña.
Sin embargo, la faraónica obra, comenzada a finales del 793, terminó deshecha y abandonada al ser anegada por barro y el agua durante la época de las lluvias. Las noticias de revueltas en Sajonia terminaron por hacer ceder al emperador. Se abandonaría por el momento el proyectado ataque sobre Ávaria.
Durante este intervalo, los ávaros, entre los cuales la acertada estrategia del Kan no había sido unánimemente aceptada, se dieron a la división. La crisis comenzó cuando el jefe tribal llamado Tudun, enfrentado al Kan, optó por abandonarle y pasarse a los francos. Era el año 795 y en realidad era solamente una pequeña muestra de lo que estaba por venir. Al año siguiente el Kan caía asesinado por sus enemigos domésticos, poco después la Confederación Ávara se deshacía fragmentada en diversos grupos tribales.

Aprovechando el caos en el que se encontraba el territorio vecino, en el 796 el Duque de Friul se atrevió a invadir el país con una reducida fuerza de choque. Y era tal el desconcierto que se vivía en tierras de Ávaria, que el invasor pudo cruzar una extensa región sin oposición hasta llegar al gran ring, que ejercía como capital de Ávaria, conquistarlo y saquear buena parte de las inmensas riquezas guardadas en él desde los tiempos en que el gran Bayan comenzó sus guerras contra Bizancio.
Era la señal más clara de la decadencia y fin de los ávaros. Al año siguiente, en el 797, Pipino, deslumbrado por el botín conseguido por el Duque de Friul, invadió de nuevo Ávaria al frente de un gran ejército.
El Kan ávaro, al menos de entre los ávaros el más poderoso y que podía reunir mayores fuerzas (por aquel entonces serian varios los autoproclamados Kanes) se presentó ante Pipino con intención de prestar su sumisión al cristiano, sin embargo la suerte estaba echada. El objetivo eran las riquezas que todavía se encontraban en la capital ávara. El ring fue otra vez asaltado y en esta ocasión metódicamente saqueado.
La sumisión de los ávaros era ahora completa, al menos en todo el territorio hasta el Danubio, que fue anexionado al imperio. Fueron inmediatamente enviados un buen número de colonos, población que tuvo que convivir con los ávaros locales que bajo su Kan Tudun pudieron mantenerse en el país a cambio de su completa sumisión.

En cuanto las llanuras situadas al otro lado del río, fueron abandonadas a los grupos ávaros más recalcitrantes, que debieron sin embargo sufrir por su parte el ataque de los ejércitos búlgaros de su rey Krum (a partir del 811) que en rápidas campañas de conquista se anexionó a su vez todo el territorio que se extendía desde las cumbres de los Cárpatos hasta el río Tizsa.
Concluía así la desmembración de Ávaria entre sus dos poderosos vecinos, aunque todavía quedaba muy lejos una definitiva claudicación de sus habitantes, acostumbrados a una perenne libertad.

En el año 799 dan comienzo una serie de desórdenes. Las revueltas, de manos de ávaros y eslavos y fomentadas algunas de ellas por los bizantinos, se extienden en toda la amplia zona que se extiende entre las estribaciones de los Alpes y el río Tizsa.

Varios líderes francos, entre los cuales se encontraban el Duque de Friul o dos de los limitis custodes de la frontera ávara, caen en los combates.
Las características de la lucha, de baja intensidad y de una ferocidad sin límites, la convirtieron en una guerra de desgaste y destrucción que se propagó por todas las regiones recientemente conquistadas.
Todo acabo cuando el propio Carlomagno tomó cartas en el asunto y remitió al territorio varios ejércitos que con determinación y a sangre y fuego aniquilaron a la mayor parte de los rebeldes. La matanza fue de tal envergadura que una parte de aquel territorio fue denominada a partir de entonces como el Desierto de los Ávaros.

Todavía, empero, se mantuvieron sobre el terreno varios grupos ávaros que tuvieron la fortuna de someterse a los francos y ser perdonados. Entre estos el ya mencionado Tudun o el desconocido Zodan, entre otros varios líderes tanto ávaros como eslavos.
Sin embargo, las desdichas de los últimos ávaros no habían concluido ahí. Los establecidos al otro lado del Danubio, entre el Tizsa y el Danubio, en teoría a salvo de búlgaros y francos, fueron presa ahora de los eslavos. Y a tal grado de decaimiento habían llegado que el Kan de aquellas tribus prefirió adoptar el cristianismo y así, con aquella piel de cordero encima, cruzar el Danubio y prestar su sumisión a Carlomagno, todo ello antes que seguir soportando los ataques de sus vecinos eslavos. Carlomagno cedió a sus ruegos y les permitió instalarse en lo que luego se llamó la Terra Avarorum, una pequeña región del norte de Panonia en donde encontraron asilo, aunque no la paz, al abrigo de la autoridad franca (año 805).

Las postreras noticias que nos lega la Historia acerca de los ávaros nos hablan de sus enfrentamientos con los eslavos vecinos. Ahora la soberanía franca defiende sus derechos frente a las agresiones eslavas, una garantía de pervivencia que pese a todo no podrá evitar su desaparición como pueblo.

Las últimas menciones a los ávaros son de la década del 840, en que se sabe prestan vasallaje al emperador franco, luego el silencio.
Dos siglos después, quedará entre los eslavos rusos el dicho de desaparecidos como los ávaros, como sinónimo del final más completo y definitivo.

Fin del trabajo.

By Satrapa1

Heraclio el Africano Contra los Persas

Heraclio el Africano Contra los Persas

 

Su nombre completo era Flavius Heraclius Augustus, nació en la región de Capadocia en el año 575 y murió en Constantinopla en el 641, su padre se llamaba también como él, Heraclio, y su madre Epiphania. Pasó su juventud en África, ya que su padre estuvo destinado allí, siendo gobernador del “Exarcado de Cartago”.
máxima responsabilidad en el imperio bizantino, ya que le otorgaba en aquellas latitudes, todo el poder civil y militar, era como una especie de Virrey, cargos como ese, solo se otorgaba a personas de total confianza por parte del emperador, y esto era precisamente lo que el padre de Heraclio gozaba por parte del emperador bizantino.
 
Soldados bizantinos del siglo VI y VII (imagen derecha)
 
Heraclio también fue conocido en áfrica con el sobrenombre de “Heraclio el joven”, para distinguir a su padre, también llamado Heraclio pero que tenía por sobrenombre “Heraclio el viejo”, este ilustre soldado de origen armenio se había ganado el respeto y el aprecio del emperador durante las guerras que sostuvo contra los persas en la década del 590 bajo el dominio del emperador Mauricio, y este le recompensó más tarde con el Exarcado de Cartago, por lo que pasó su juventud en tierras africanas.
 
Se desconoce su carrera militar, pero quizá como hijo de un general, fue ascendiendo poco a poco en la escala de la oficialidad, alcanzando con el tiempo puestos de mayor responsabilidad. Estamos en el año 608 cuando se desencadenan unos acontecimientos importantes en la vida de Heraclio, pero que obligan también a retroceder unos años.
 
Heraclio el viejo gobernaba en el Exarcado de Cartago con mano diestra, gobernaba en una tierra próspera que había recuperado el vigor de antaño, rica en aceite de oliva y trigo además de otros productos, hacía que su comercio fuera fructífero a la par que sus cosechas excelentes, por lo que esto unido a un prudente gobierno, hacía que fuera muy popular entre sus habitantes. En estas estaba cuando se enteró de la terrible noticia de que el emperador Mauricio había sido derrocado por un oficial bizantino llamado Focas.
 
Y no solo eso, el tal Focas que ostentaba el grado de centurión había ordenado el asesinato del emperador y toda su familia, para que nadie se le opusiera en su intento de ser proclamado emperador, acto que consiguió ya que atenuaba en si un carisma innato que logró agrupar en su entorno a los descontentos del emperador Mauricio, ¿Por qué se había producido esta rebelión?, ¡vayamos a ello!.
 
El gobierno del emperador Mauricio no había sido un camino de rosas, había batallado duramente contra numerosos enemigos, eslavos, gépidos, ávaros y persas jalonaron numerosos combates de los que no siempre salió victorioso, pero a los que opuso sus grandes dotes como general. Lo malo es que esto también hizo que las mermadas arcas del tesoro se resintieran considerablemente, con lo que tuvo que aplicar economías en muchos sitios incluido en el sueldo de los soldados, con el consiguiente descontento entre la tropa.
 
En torno al año 600 se produjo un suceso en los Balcanes  que fue el detonante de la rebelión militar, la tribu de los ávaros tenía en poder suyo a 12.000 soldados bizantinos, y exigió un rescate por ellos, Mauricio con las arcas esquilmadas por las frecuentes guerras se negó al pago, por lo que los ávaros procedieron a masacrar a tan improductivos cautivos, sabiendo que no podían generar beneficio alguno. Esto causó un enorme malestar entre la tropa, ¡ya sabían lo que les esperaba si caían prisioneros de los ávaros!.
 
Esto unido a que los soldados ya estaban cansados de tanta lucha y que el causante de todo ello era Mauricio, hizo que las tropas acantonadas en sus cuarteles de invierno en el río Danubio en el invierno del 602, a la espera de, ¡quizá!, una nueva campaña primaveral, hizo que se exaltaran los ánimos ya de por sí muy tensos, explotando todo en una gran rebelión, la cual el astuto Focas supo encauzar en su persona, cuyo primer acto fue dirigirse velozmente a Constantinopla para tomar desprevenido al emperador y acabar él y con toda su familia.
 
De todo esto fue informado Heraclio el viejo, ante lo cual estudió seriamente la situación de manera calculada llegando a la siguiente conclusión, ¡había que esperar!. Intentar un derrocamiento del nuevo emperador era imposible, ¡ahora no!, él era el que les había salvado de las constantes guerras a las que les había enviado Mauricio, y sustituir a su salvador por un militar de la misma condición que Mauricio no habría sido tolerado por los soldados bizantinos.
No obstante Heraclio el viejo jugó sus bazas, en el Exarcado de África gozaba no solo del poder civil y militar, sino también con el apoyo de la población, un poder casi total, por lo que el nuevo emperador no osó destituirle, ¡aunque le hubiera gustado poner a alguien de su confianza en lugar del viejo general!, además este sabía que había sido leal al 100 % al anterior emperador, y que por el contrario, solo le obedecía a él, de manera hosca, ¡pero así estaban las cosas!.
 
Heraclio el viejo tenía que esperar a que la fruta madurase, esperar a que el nuevo emperador cometiera errores de bulto, y él estaría presto para salta cuando la ocasión se presentara favorable. Además, sus fuerzas militares aunque excelentes no eran muy numerosas, los cálculos para el año 559 arrojaban la cifra de 15.000 hombres, y en los años de Heraclio, puede que la cifra fuera de similares características, para enviar a Constantinopla un contingente militar poderoso que derrocase al emperador tenía que hacer un acopio de soldados que ahora mismo no podía hacer.
 
Otra prueba de la hostilidad que Heraclio manifestaba al nuevo emperador era que durante su reinado, en el Exarcado de Cartago, no se emitió moneda bizantina con la efigie de emperador Focas. También aunque se mantuvo contacto con la metrópoli, Heraclio afianzó su poder de manera más estrecha que con el emperador Mauricio, de manera que casi se podía decir que el Exarcado de Cartago, era una región independiente del imperio bizantino.
Mapa del Imperio Bizantino en tiempos de Heraclio (imagen superior)
 
Por desgracia, Focas, fue tan cruel con sus oponentes, como inoperante con los enemigos de Bizancio, así que el astuto rey persa Cosroes, aprovechó la ocasión para invadir las fronteras de Oriente por la región de Anatolia sin casi oposición, mientras que eslavos y Avaros realizaban operaciones de devastación en los Balcanes también con poca resistencia bizantina, todo esto bajo la mirada del inoperante  Focas, sin que hiciese nada al respecto.
 
Estamos en el 608 cuando Heraclio el viejo se dispone por fin a dar el golpe de timón, el descontento en el imperio es generalizado, y aunque Focas cuenta con apoyos, Heraclio se siente (después de realizar los preparativos necesarios) con fuerzas para derrocar al tirano y de paso, vengar a Mauricio, por el que sentía respeto y aprecio. El no partirá con la expedición que marchará a Constantinopla, está demasiado mayor para una empresa de ese auge, además alguien tiene que proteger el Exarcado de Cartago si las cosas fallan.
En ese caso, proclamaría la independencia del Exarcado de Cartago, contaban en la zona con los recursos para subsistir y defenderse con total garantías para él y sus conciudadanos, ¡pero esto solo sería en el peor de los casos!, tenía plena confianza en esta expedición, ¡tenía santa base!. Aquí es donde nuestro Heraclio, “Heraclio el joven”, entra en escena gozando de la plena confianza de su padre, el cual le pone al mando de la expedición.
 
Heraclio el viejo, sabedor de que en Constantinopla la situación está que arde, en un alarde de astucia da un golpe de importancia para tambalear a Focas de su trono, procede a retener en el puerto de Cartago el envío regular de trigo que hacía que los habitantes de la capital estuviesen bien alimentados y obedientes al emperador. Esto produjo que pronto, al no tener unas reservas trigueras adecuadas, empezase a hacer acto de aparición el hambre en la Capital, corriendo el suceso como reguero de pólvora por las regiones circundantes y provocando el descontento general en la capital bizantina.
 Focas estaba furioso, pero eso era lo único que podía hacer, ¡enfurecerse!, ya que adoptar cualquier tipo de iniciativa que propiciase el aplastamiento de cualquier rebelión militar o hacer frente a los enemigos que invadían sus fronteras estaba fuera de su capacidad.
 
 
 
El gobierno de Focas podía haber dado cierta paz al imperio, pero lo cierto es que el nuevo emperador gobernó con un despotismo y crueldad inimaginables, ahogando en sangre toda la oposición en su contra, cuya víctima primera fueron los colaboradores del emperador Mauricio, siguiendo después contra toda persona que siquiera le mirara de mala manera, provocando en la corte de Constantinopla un clima irrespirable de tensión y angustia que se propagó por todo el imperio.
Para colmo de males, los enemigos de imperio, los persas y los ávaros en particular, viendo que el imperio ya no estaba en manos de un gobernante acertado, sino en manos de un bobalicón, tantearon las fronteras para ver como reaccionaban los bizantinos.
cualquier sedición en la misma, ¡pero nada más!, y con el acto de Heraclio el viejo, esta misma  estabilidad estaba en trance de  desaparecer. Mientras tanto en el imperio  se sucedían los desastres, los persas  invadían ya de manera generalizada las  fronteras orientales sin práctica  oposición, Siria, Armenia, Egipto eran  ocupadas y devastadas sin piedad  mientras Focas no hacía nada al respecto.
Heraclio el viejo, con las tropas a su  mando y las que pudo reclutar e instruir  (el elemento romano civil en áfrica fue un  componente muy valioso para nutrir las  fuerzas romano-bizantinas del Exarcado  de Cartago) en el Exarcado, fueron  enviadas en dos frentes. Una expedición  partió para asegurar las regiones  orientales del África bizantina;  Tripolitania, Cirenaica y Egipto.
Jinete ávaro siglo VI
(imagen derecha)
Las dos primeras provincias fueron de  fácil conquista, sus elementos se pasaron  a los dos generales de Heraclio, Nicetas y  Gregorio, pero Egipto opuso resistencia, a  pesar de que también contaron con gente  a favor de los rebeldes, en particular las  fuerzas de un general llamado Platón, y  que fueron apoyadas por un oficial  llamado Bonakis, el cual fue enviado por  Nicetas en avanzada para apoyar a los  rebeldes y al mando de unos 2.000  hombres.
 Estos hechos provocaron una guerra civil  en Egipto, ya que el gobernador de Egipto  ofreció resistencia, pero parece que fue  derrotado en las orillas del río Nilo, cerca  de
 
Alejandría. La llegada de Bonakis fue vital, ya que su presencia sirvió para que la rebelión triunfara en Egipto y también en la zona de Palestina, sin contar con que de paso se apoderó de la estratégica ciudad egipcia de Alejandría.
 
Parece que la rebelión triunfaba en todo su apogeo, los rebeldes se hacían con todo Egipto poniendo en manos de Heraclio el viejo el control de toda el África del norte en su poder, pero en Siria, un general llamado Bonosos, fiel aliado de Focas, ¡todavía tenía algo que decir!. Partiendo de Cesaría Marítima, la base del ejército Bizantino en esa provincia, y con una fuerza poderosa, marchó hacía Egipto para restablecer el control y de paso, arrasar con todo al que se le opusiera.
 
Actuando de manera despiadada y para escarmentar a la gente, allá por donde pasaba, colgaba a todo sospechoso de confraternizar con los rebeldes. Los rebeldes de Egipto, Platón, Bonakis y algunos más se opusieron a Bonosos, en espera de la llegada de las fuerzas de Nicetas y Gregorio, pero fue demasiado tarde, inferiores en número, fueron aplastados y hechos prisioneros por Bonosos, el cual los ejecutó tras horribles torturas.
 
El general Nicetas que formaba parte de las unidades militares enviadas por Heraclio el viejo llegó primero a Egipto, pero se vio sorprendido y empujado a ciudad marítima de Alejandría por las fuerzas de Bonosos, el cual, procedió a asediar la ciudad. No obstante, Nicetas no se arredró, y con sus fuerzas y todas las que se hallaban en la ciudad, se defendieron de manera enérgica, apoyados también por los muros de la ciudad.
 
Bonosos intentó en vano expugnar la ciudad, toda la población civil y militar apoyaba a Nicetas, defendiéndose vigorosamente de sus tropas, ¡es más!, Nicetas viendo que su oponente no podía entrar en la ciudad, ¡de manera osada!, se dedicó a realizar salidas en la ciudad con el ánimo de hostigar a las tropas de Bonosos, las cuales realizó de manera brillante y desmoralizadora para el enemigo.
 
Bonosos vio que con el tiempo la cosa se degradó en su contra. No podía tomar la ciudad, el enemigo efectuaba salidas de la ciudad con fortuna, haciendo de paso que sus soldados no vieran el resultado tan claro, por lo que empezaron a menudear las deserciones en su bando.
 
 De resultas se encontró con la alarmante disminución de sus tropas, esto no ofrecía nada bueno para él, así que, ¡decidió tirar la toalla!, embarcó en un barco dejando a lo que quedaba de sus tropas, y se dirigió a Constantinopla para informar a Focas de lo sucedido, (previamente había intentado desembarcar en Palestina, pero fue rechazado habida cuenda de la crueldad con que se manejó allí recientemente en su paso a Egipto) allí se encontró con que la rebelión también había estallado en la ciudad, si bien con poca fuerza, esto le hizo comprender que dicha rebelión, había alcanzado grandes proporciones.
Tras el afianzamiento definitivo de la zona africana para Heraclio el viejo, su hijo, Heraclio el joven, tras una emocionada despedida, partió en una expedición marítima desde Cartago, para desembarca en Constantinopla, y dar el golpe de gracia al tirano llamado Focas. La componían varios millares de hombres, y se la jugaban el todo por el todo a una baza, en la esperanza de que la capital los acogiera relativamente bien, porque de lo contrario, la expedición estaba condenada al fracaso.
 
Guerreros árabes del siglo VII (imagen izquierda)
 
La flota de Heraclio el joven enfiló camino de Constantinopla en la primavera del 610, pasando por las islas de Malta, Sicilia y Creta llegando al puerto de Tesalónica, ya en el continente en el verano, situado al sur de Constantinopla, aquí recibió el refuerzo para sus tropas de algunos milicianos de la ciudad descontentos con  Focas. Allí Heraclio planeó la estrategia a seguir donde además tuvo la noticia de que Focas había despachado una gran flota para retomar la ciudad de Alejandría. Esto animó mucho a Heraclio, ya que le permitía realizar un desembarco en la capital sin oposición naval, aunque era consciente de que había numerosas tropas de Focas en la ciudad, ¡pero tenía confianza en el éxito de la expedición!.
 
Cerca de Ábidos tuvo alguna escaramuza sin importancia con alguna flotilla leal a Focas, pero sin relativa importancia, dada la mayor envergadura de su flota, tras desembarcar, y tomar algunas fortalezas cercanas al estrecho que dominaban a Constantinopla, en particular Heraclea y Cizico, procedió a marchar por tierra a Constantinopla. Cerca de Constantinopla, se encontró con un grupo de senadores fugitivos de la ciudad, habida cuenta del caos que dominaba la ciudad.
Las fuerzas de Heraclio se encontraron en las afueras de la ciudad con el ejército de Focas el 3 de octubre, estos últimos estaban listos para hacer frente a los rebeldes. El enfrentamiento podía tener consecuencias impredecibles para los expedicionarios, ya que los hombres de Focas eran numerosos y bien experimentados, y tenían las murallas de Constantinopla como excelente cobertura defensiva, ¡un ataque ciego sobre ellos podía dar al traste con la expedición!, por muy valientes que fueran las tropas de Heraclio.
 
Guerreros gasánidas, de origen árabe pero cristianizados y al servicio de Bizancio (imagen derecha)
 
Focas se enteró de que los rebeldes estaban en las afueras de la ciudad, para colmo de males la insurrección había estallado con fuerza en la ciudad, los desórdenes se multiplicaban llegando Focas a la conclusión de que su presencia en la ciudad era peligrosa. El general  Bonosus, al mando de algunos regimientos intento hacer frente a la rebelión interna pero sin éxito, intentó escapar pero fue capturado y muerto.
  
Focas ya solo dominaba el palacio, contando con la guardia de los “excubitores” como única unidad militar leal. Focas confiando en sus leales, decidió marchar con rumbo desconocido de la ciudad, pero fue engañado y llevado al barco donde Heraclio le estaba esperado. Heraclio le dijo: “¿Qué has hecho del Imperio?, ¿te parece que así es como debe gobernar un emperador de Roma?”. A lo que lacónicamente respondió Focas: “¡Seguro que tú lo harás mejor!”.
 
Heraclio ordenó que le cortaran la cabeza y clavándola en una pica, la llevaron por las calles de la ciudad entre el regocijo generalizado. Se había puesto fin a un gobierno caótico y despótico que tanta sangra inocente había derramado. Las tropas africanas de Heraclio y las de Focas que estaban frente a frente a las afueras de la ciudad, se fundieron en un abrazo cuando conocieron las buenas nuevas, todas las operaciones militares referentes a la rebelión cesaron al fin.
 
Heraclio fue proclamado emperador, aunque el resistió, habida cuenta de que la patata caliente que heredaría haría retroceder al más valiente.
 
Los persas atacando por Oriente y los avaro-eslavos por la zona del Danubio, no era plato de buen gusto, pero Heraclio tras rechazar la corona otros aspirantes, accedió a hacerse cargo de la gran responsabilidad que se le ofrecía. Las buenas nuevas llegaron a África con la coronación de Heraclio el joven, Heraclio el viejo, aunque no pudo disfrutar mucho del regocijo de ver a su hijo convertido en emperador, (fallecería poco después) si que vivió para verlo.
Tras la toma de poder, Heraclio solo podía fiarse de las tropas africanas y egipcias que le habían seguido en el periplo de la expedición marítima que le había llevado al trono bizantino, los peligros eran enormes con la doble ofensiva que amenazaba al imperio, por lo que de inmediato procedió a afianzar su poder y a efectuar una completa restructuración del ejército, con  vistas a aplastar a sus enemigos.
Pero eso llevaría tiempo, mientras tanto, los persas triunfaban en sus correrías por Oriente, aplastando toda oposición bizantina. Para el 614, toda Siria había sido conquistada y saqueada procediendo a la invasión de Palestina, llegando los persas a Jerusalén y tomándola, saqueándola y llevándose a su capital Ctesifonte la reliquia sagrada de “la Santa Cruz” y al patriarca de la ciudad llamado Zacarías.
Tras la conquista de Palestina, los persas entraron a sangre y fuego en Egipto, tomándola y llevando a cabo todo tipo de desvanes, en el 618 la ciudad de Alejandría fue tomada por los persas. Con la conquista de Egipto, los persas cortaban el suministro de grano de trigo, vital para el imperio bizantino.
 
Soldado de la guardia imperial bizantina (imagen izquierda)
 
Hubo entre la población bizantina cierta polémica, resulta que el imperio bizantino practicaba oficialmente la religión ortodoxa, pero en la parte oriental del imperio, se practicaba la religión monofisita. Los bizantinos, muy celosos de su religión oficial, trataron de manera rigurosa a la gente que practicaba esta religión, y cuando los persas irrumpieron en Oriente, se acusó a la población de Siria, Palestina y de Egipto, de connivencia con el enemigo y de ofrecer poca resistencia, cuando no los recibía como libertadores.
 
Heraclio en ese mismo año del 618, viendo el panorama que se avecinaba en su imperio, llegó en algún momento en pensar abandonar la capital de Constantinopla y llevar el eje de la defensa desde la ciudad africana de Cartago, convirtiéndola en capital  del imperio de manera provisional, pero el enérgico patriarca de Constantinopla llamado Sergio, le disuadió de tal opción y le convenció de que no abandonara Constantinopla.
 
Mientras en la zona danubiana, las cosas no pintaban mejor para Heraclio los primeros años, las fuerzas avaro-eslavas apretaban con fuerza por la zona de Bulgaria siguiendo al sur hasta Grecia, las fuerzas bizantinas no lograban contenerles, (aunque los eslavos se estrellaron ante las murallas de Constantinopla) así que Heraclio logró librarse de ellos pagándoles una suma considerable tributo, aunque su tesoro estaba muy esquilmado, cifrado en 300.000 sólidos ( de la capital Constantinopla y las provincias adyacentes se procedió de sus templos a dar sus riquezas, para transformarlas en monedas de oro y plata ) y varios rehenes valiosos en el año 622.
 
 Tras lo cual, se dirigió a Asia Menor para hacer frente a los persas con un ejército de campaña, que había creado con las fuerzas que tenía a su disposición y con nuevos reclutas había reclutado y adiestrado intensísimamente varios meses. Esta enorme fuerza, cifrada entre los 60.000-70.000 hombres, lucharía durante varios años hasta aplastar a los persas definitivamente.
Hasta el 625 estuvo batallado Heraclio con los persas liderados por el astuto general persa llamado Sahr Barz en la región de Armenia, tras lo cual completó la conquista de toda Asia Menor.
 
Anecdóticamente en el año 624, los bizantinos perdían la última posesión bizantina en Hispania, desde mediados del siglo pasado, estos habían conquistado una parte importante del sur de Hispania, y si bien la zona fronteriza que lindaba con los visigodos que ocupaban el resto de Hispania fue una zona para vivir muy dura, con constantes escaramuzas, las zonas costeras de Hispania fueron relativamente ricas con el comercio marítimo, que produjo provechosos beneficios comerciales que dieron impuestos a las mermadas arcas imperiales.
 
No obstante, los visigodos desde la década de los setenta, el siglo pasado habían, una vez arreglado la guerra civil que tenían entre ellos, lanzado una ofensiva intermitente que había empujado a los bizantinos hacia la costa. No obstante, los bizantinos aguantaron bien, y en la recaudación de impuestos no se vieron afectados, ya que las zonas costeras aguantaron. Pero en la segunda década del siglo VII, coincidiendo con la ofensiva avaro-sasánida, los visigodos aprovecharon para lanzar una ofensiva general que echara de una vez por todas a los bizantinos de Hispania.
Cilibanario sasánida y elefante de guerra sasánida del siglo VI (imagen derecha)
 
Los bizantinos de Hispania dependían del Exarcado de Cartago, pero este mismo poca era la ayuda que podía ofrecer, sus escasas tropas estaban enfrentadas en varios frentes.
 
 Una parte había embarcado con el emperador Heraclio en la expedición para derrotar a Focas y ya nunca volvió a África (aunque se les había prometido que sí volverían), y otra parte estaba luchando en Egipto contra las fuerzas persas. En esta tesitura las llamadas de auxilio de Hispania no podían ser atendidas, quedaron casi abandonados a sus propios recursos y al final, aunque se defendieron bien, fueron expulsados definitivamente de Hispania por los visigodos, a los bizantinos solo les quedaban las islas Baleares como último reducto.
 
Acto seguido, en el año 626 se produjo un hecho alarmante para Heraclio, los persas lograron convencer a los avaros que firmaran una alianza con ellos, en consecuencia, rompieron el tratado que tenían con los bizantinos, y entrando en tromba por el norte del Danubio, derrotando a toda fuerza bizantina que se le opuso (aunque los bizantinos, poca fuerza podían oponer) y enfilando al sur se dirigieron raudos a la capital bizantina de Constantinopla.
 
En junio del 626, 15.000 persas al mando del general persa Shahrbaraz y 80.000 avaros al mando del Kan avaro pusieron sitio a la ciudad. 16.000 defensores, (entre los que se incluían unidades africanas de Heraclio) al mando del general bizantino Bonus y con la inestimable ayuda del patriarca de Constantinopla llamado Sergio, con cuya enorme fortaleza y energía sostuvo la moral de la población civil y militar durante esos aciagos días.
 
Las luchas por expugnar la ciudad fueron terribles, los atacantes el 30 de julio, bajo la protección de tortugas móviles avanzaron a las murallas, pero el uso bizantino de proyectiles incendiarios, obligo a detenerlos. Los avaros volvieron a la carga con torres de asalto el 1 de agosto, unas 12 torretas engancharon con los muros de Constantinopla desarrollándose a continuación un combate cuerpo a cuerpo sin precedentes, las luchas fueron de un salvajismo inaudito, muriendo entre atacantes y defensores por miles.
 
Durante cinco agónicos días, los atacantes tozudamente lanzaron nuevos afectivos al ataque, pero los defensores con la energía de la desesperación lograron rechazarles.
 
El 7 de agosto una combinación de ataque por mar y tierra intentó quebrar nuevamente las defensas bizantinas, pero los avaros se ahogaron en su propia sangre, ¡es más!, los bizantinos al mando del general Bonus realizó una salida de la ciudad que golpeó con contundencia a las fuerzas avaras, provocándoles tremendas pérdidas. El Kan avaro, jefe supremo de los avaros, vio que era inútil seguir con los ataques, las enormes pérdidas que había sufrido, también le ayudaron a tomar tan triste decisión.
A modo de venganza, los avaros en su retirada, realizaron una quema generalizada de todos los pueblos y ciudades del extrarradio de Constantinopla a modo de despedida. También conviene elogiar a la flota bizantina, cuyo poderío destruyo las embarcaciones avaras durante dicho asedio.
 
Mientras se desarrollaban esos trágicos sucesos, Heraclio no permanecía inactivo, tras preparar en Asia menor un formidable ejército de campaña, derrotó como dije anteriormente a los persas en Armenia, y acoto seguido procedió a girar al sur para adentrarse en territorio persa propiamente dicho. En tres campañas que se desarrollaron entre los años 622-628 los imperiales destrozaron el poderío militar sasánida-persa para siempre.
 
Guerrero árabe (imagen izquierda)
 
Penetrando por el sur de Armenia, los bizantinos se dirigieron al fértil valle del Éufrates, realizando operaciones de devastación sin parangón, a la par que se hacían con un rico botín. Heraclio, decidido a romper el poder militar, pero también su economía, realizó en dicho valle, ¡huerta feraz del imperio Sasánida!, una orgía de devastación. Los bizantinos quemaron, saquearon e incendiaron todo en el radio por donde pasaba, convirtiendo el rico valle del Éufrates en un terreno yermo, estéril  y desolado.
Cerca de las ruinas de antigua ciudad de Nínive, que fue capital del imperio Asirio, se dio la batalla decisiva entre los bizantinos y los sasánidas, ¡poniendo la carne en el asador ambos bandos!. La batalla se desarrolló en 12 de diciembre del 627, la lucha duró todo el día, siendo de poder a poder, ambos bandos se jugaban mucho en el envite, los persas desplegaban 50.000 hombres y los bizantinos unos 70.000.
 
La lucha cuerpo a cuerpo, con el emperador Heraclio al frente sus hombres, fue muy reñido. Finalmente los bizantinos inclinaron la balanza a lado derrotando a los persas, las bajas fueron más bien igualadas, 20.000 bizantinos y 23.000 persas muertos o heridos, pero la victoria era lo que importaba, y esta se había decantado del lado bizantino.
 
El rey Cosroes II, el rey sasánida, a pesar de la derrota, se negó a oír hablar de paz, hacía poco era dueño de un gran imperio, y ahora había visto al enemigo, al cual antes golpeaba sin piedad, invadir y devastar sus territorios a la par que derrotaba a su ejército en batalla. Por lo tanto, Heraclio enfiló a la capital sasánida de Ctesifonte, aunque no llegó a tomar la ciudad, ya que los asesores del rey, viendo que Heraclio estaba cerca de la capital, y este no quería negociar con Heraclio, procedieron a asesinarle.
Mapa de operaciones, tanto de los bizantinos en el imperio sasánida "flechas rojas" como de los árabes en la conquista de la península Arábiga "flechas azules" (imagen derecha)
 
Acto seguido, enviaron emisarios de paz a tratar con Heraclio. En el tratado firmado, los persas devolvían a Heraclio los territorios que habían conquistado anteriormente a los bizantinos a la par que devolvían la reliquia religiosa de “la Santa Cruz” o Vera Cruz, esta misma fue devuelta a Jerusalén en el 629 por Heraclio en persona en medio de una gran pompa y ceremonia. Aunque no puedo confirmarlo, también se dijo que Heraclio llegó a sitiar Ctesifonte, pero esto lo dejo de manera especulativa.
 
En el año 630 se podía decir que Heraclio estaba en el cénit de su poder y popularidad, había derrotado, ¡ya para siempre!, el poder sasánida, el cual tardaría muchísimos años en poder sobreponerse, ¡si es que podía!, los ejércitos bizantinos habían triunfado por doquier y ahora Heraclio podía descansar y poder ponerse a reorganizar el imperio tras esta dura prueba.
 
Más, no tuvo tiempo de ello, en el interior de la península Arábiga, crisol de religiones, se estaba gestando una de un carácter que haría temblar al imperio bizantino. El alma de esta religión fue un profeta llamado Mahoma, logró reunir en su entorno a un grupo de creyentes fieles y leales con los que formó un ejército que derrotó a sus rivales.
 
Mahoma llegó a conquistar en la década del 620 al 630 grandes zonas de la península Arábiga, su religión fue conocida como del islam, ¡no había más Dios que Alá, y Mahoma era su profeta!. La religión de Mahoma fue de carácter suave, ya que no intentó por donde se expandió, obligar a los habitantes a convertirse a su religión, ¡eso el tiempo lo haría!, su tolerancia religiosa hizo que un gran número de fieles se uniera a ella, aunque también es cierto que los islamistas estaban libres de pagar impuestos y que los no conversos tenían que pagar un canon por no ser de su religión, ¡pero no era un canon abusivo que pudiera levantar a las gentes!.
 
La expansión militar impregnada por su religión, fue a partir de la muerte de Mahoma en el año 632, ¡enorme!, la promesa a sus fieles de que tras su muerte en combate contra el infiel, prometía el paraíso en el cielo con todos los goces materiales correspondientes, y el grado de convicción religiosa de sus fieles, hizo que su expansión militar abarcara toda la península arábiga, y luego, marchando al norte, chocara contra los imperios sasánida y bizantino.
 
Los sasánidas tuvieron el primer choque con los musulmanes en el año 634, aunque los derrotaron, no fue una victoria decisiva. El imperio sasánida estaba herido de muerte y vapuleado tras la derrota con los bizantinos, tenían un rey llamado Yezdegard III, era joven inexperto, manejado por su consejeros y poco respetado por la clase noble y terrateniente del inmenso país.
Los musulmanes por supuesto, no se iban a arredrar por este revés, volvieron más tarde y derrotaron a un numeroso ejército persa en las llanuras de al-Qadisiyyah en el año 637, procediendo luego a cerca a su capital Ctesifonte y tomarla. Los restos de las fuerzas sasánidas intentaron un último esfuerzo, pero fueron batidos por los árabes en la batalla de Nihawad en el año 642, con lo que el imperio prácticamente desapareció.
 
Es cierto que ciertos gobernadores persas de manera descoordinada intentaron ofrecer resistencia a los islamistas, pero fue en vano, ya que fueron derrotados en la batalla de Nihawand. La clave de la derrota sasánida fue su debilitamiento y el que un rey fuerte pudiera aglutinarles en un mando conjunto, unido y fuerte, ¡con garantías de aplastar a los musulmanes!, solo hubo resistencias individuales, fácilmente derrotadas por los árabes y esto hundió al imperio sasánida.
 
Pero también a la vez, los bizantinos estaban sufriendo el poder del Islam, todo empezó en el año 629, este año se saldó con la primera incursión de las fuerzas musulmanas en territorio bizantino, y aunque las mismas fueron derrotadas por las fuerzas árabes bizantino-cristianas, popularmente llamadas “gasanidas”, ( las cuales protegían las fronteras bizantinas por la zona de Siria y Palestina de incursiones hostiles) fue un serio presagio.
 
Estamos ahora en el año 634, los árabes tras iniciar sus preparativos, se lanzan a la invasión de las provincias bizantinas de Palestina y Siria. Es concretamente en el invierno de ese año cuando se inician las operaciones en serio. A principios del 634, fuerzas árabes o musulmanas, entran en la Palestina y Jordania bizantinas, tomando la ciudad de Aeropolis.
 
Casi todas las columnas de invasión partieron de la ciudad arábiga de Medina (todas las expediciones árabes partieron de esa ciudad) aunque alguna partió del territorio sasánida, el cual también era objeto de conquista por los musulmanes, ya que estos explotaron la debilidad de sasánidas y bizantinos tras la cruel guerra que sostuvieron recientemente.
 
Una columna estaba mandada por el general Amr ibn al as, la cual bordea la península arábiga por el oeste penetrando en la zona palentina bizantina. Tras algunas pequeñas escaramuzas el primer encuentro serio se produce en Dathin, cerca de Gaza, no tuvo mucha repercusión, pero fue el inicio de las penetraciones árabes, las cuales ya no se detendrían nunca.
 
El emperador Heraclio se hallaba por entonces en la ciudad siria Emesa, la principal base bizantina de eses área, y decide enviar una fuerza importante a Caesarea Marítima, por aquel entonces la principal base bizantina en la zona palestina. Juntas, las fuerzas de refuerzo y las unidades de palestina, tendrían que coordinar la defensa antes la envestida árabe.
Los árabes ante la concentración de refuerzos bizantinos, también procedieron a acumular refuerzos para la nueva envestida, una fuerza al mando del general Khalid Ibn al Walid que por aquel entonces operaba en zona iraquí del imperio sasánida, partió en marzo para dirigirse a la zona cercana a la ciudad de Damasco.
 
La unidad no era numéricamente numerosa, solo 800 hombres, pero estos eran soldados de élite, los cuales marcarían las diferencias en los posteriores enfrentamientos con los bizantinos. Su primer enfrentamiento fue con una unidad de árabes “gasánidas”, a los cuales derrotó sin dificultad alguna en la localidad de Pascua el 24 de abril del 634.
 
Khalid penetró en la zona siria operando a retaguardia de las principales fuerzas bizantinas y tomando la estratégica ciudad de Busra. Tras esta acción las tropas árabes procedieron a unir sus tropas, Khalid unió sus tropas con las de los generales Yazid y Shurabil que operaban en el valle del Jordán.
 
Todos juntos enlazaron en el Wadi Simt con el general ´Amr Ibn al As, el cual operaba en el sur de Palestina. La conjunción de todas tropas árabes en ese punto significó la formación de un ejército de 18.000 hombres, la fuerza árabe más potente que por aquel entonces operaba en la zona bizantina.
 
Los bizantinos por aquel entonces no eran conscientes de la concentración y unión de las tropas árabes, es más, la concentración de sus tropas para repeler con eficacia a los árabes era sumamente lenta, tardaron dos meses en unir sus tropas tras lo cual partieron a enfrentarse a los árabes.
El enfrentamiento entre ambas formaciones se dio al oeste de Bayt Natif en el verano del 634. Se conoció como la batalla de Ajnadayn y supuso el primer enfrentamiento de envergadura entre ambas formaciones. Los árabes prudentemente al choque procedieron adoptaron una posición defensiva al oeste de Bayt Natif, mientras los bizantinos se dirigían hacia ellos.
 
Viendo Heraclio que la invasión árabe no era hecha en el marco de operaciones de saqueo, sino un intento serio de conquista de sus territorios, decidió apostar fuerte, poniendo a los bizantinos al mando de su hermano Teodoro. Este había iniciado los preparativos haciendo un llamamiento a los árabes gasánidas, los cuales estaban encargados de defender las fronteras bizantinas de Siria y Palestina.
 
 ¡No obstante!, su llamamiento tubo poco eco, los gasaníes estaban por entonces en una disyuntiva de si era mejor servir a los bizantinos o a los más tolerantes árabes (ambas formaciones tuvieron en sus ejércitos a los auxiliares gasánidas).
El emperador Heraclio "centro a caballo", tras derrotar a los sasánidas en la batalla de Nínive (imagen izquierda)
 
Teodoro, reunió a todas las tropas que pudo allegar, las cuales incluyeron árabes gasánidas y a la guarnición de Cesarea Marítima comandada por su gobernador militar, llamado Sergio, en total, la fuerza bizantina rondaba los 10.000 hombres.
 
El enfrentamiento entre ambas formaciones fue muy cruento, saldándose con importantes bajas en ambos bandos.
Este primer enfrentamiento serio, se desarrolló con un enfrentamiento en el que las tropas de ambos bandos se desplegaron en un amplio frente formado por tres divisiones, posiblemente, desarrollado similarmente en ambos ejércitos. Tras las arengas de ambos jefes a sus tropas, Khalid a los árabes y Teodoro a los bizantinos, los combates se iniciaron con la envestida árabes a las filas bizantinas.
 
Ese día del 29 de julio, fue un día muy cruento, pero que no se saldó favorablemente a ningún bando, teniendo que suspender las operaciones al anochecer. Al día siguiente se desarrollaron nuevamente los enfrentamientos, esta vez sí, la línea bizantina no pudo resistir la envestida árabe, y rompió sus líneas, derrotando a los bizantinos por completo.
 
Teodoro fue enviado por su hermano Heraclio a Constantinopla con deshonor, siendo sustituido por el segundo en el mando llamado Teodoro Tritorio. Los supervivientes bizantinos, se refugiaron en las ciudades amuralladas bizantinas a las cuales pudieron acogerse, y los árabes procedieron a reorganizar sus tropas con vistas a proseguir la conquista de las zonas Palestina y Siria bizantinas.
Los bizantinos hasta la batalla de Yarmuk en el año 636, dos años después, no osaron oponerse abiertamente a ningún ejército árabe en campo abierto, dejando expedito el campo abierto a los árabes y procediendo a defender las ciudades fortificadas bizantinas como mejor pudieron.
 
Heraclio comprendió que tenía que tomar medidas enérgicas si quería volver a recuperar los territorios perdidos, marcho al norte, a la ciudad de Antioquía, con la intención de reunir un poderoso ejército para que se enfrentara con garantías a los árabes, comprendiendo que estos, no se iban a largar por las buenas, mientras, las unidades bizantinas en la zona de operaciones árabe, tendrían que defenderse lo mejor que pudieran, animándolos Heraclio a una defensa a ultranza de sus ciudades.
 
Cilibanario y portanestandarte sasánidas del siglo VII (imagen izquierda)
 
Loa árabes se dedicaron a consolidas su conquistas y a pasar a la ofensiva, ciertamente los bizantinos solo ofrecían resistencia en las ciudades, dejando el campo para que los árabes operaran a sus anchas.
Los árabes una vez rehechos partieron al norte, haciendo retroceder a los bizantinos, los cuales intentaron formar una línea defensiva apoyada en las ciudades de Pella y Scythopolis, en el valle del Jordán.
  
Los bizantinos, viendo que los árabes maniobraban en torno a Pella, procedieron a inundar el valle del Jordán, con vistas a entorpecer las operaciones árabes, ya que el valle del Jordán era difícil de defender para las débiles unidades bizantinas.
 
Los bizantinos no obstante, no impidieron con ello la maniobra árabe, y procedieron a evacuar Pella, pero no su ciudadela, la cual estaba bien fortificada. Las tropas bizantinas de  Scythopolis intentaron apoyar a la ciudad de Pella, realizando una incursión contra los árabes que asediaban esta última ciudad el 23 de enero del 635.
 
 
La operación se saldó con un fracaso, ¡y todavía peor!, los árabes contraatacaron ocasionando numerosas bajas entre los bizantinos que se retiraban, los supervivientes se refugiaron en su ciudad, siendo asediados por los árabes. No obstante, tras una fracasada salida de la guarnición bizantina intentando expulsar a los árabes de sus inmediaciones, la ciudad procedió a rendirse.
 
Pella, viendo que toda resistencia era inútil, también al poco tiempo se rindió. El general Shurahbil, el cual había sustituido al mando de las operaciones al general Khalid, procedió entonces a tomar la fortificada ciudad de Tiberio y proceder a la conquista de la zona de Balqa y de Hawran, estas con poca oposición bizantina.
 
Heraclio intentó establecer unas posición defensiva en valle de Yarmuk, pero fue inútil, en mayo había perdido la ciudad de  Busra, debilitando su flanco oriental y tras la caída de la ciudad de Tiberio, fue ahora su flanco occidental el que estuvo amenazado, intentó en la rica zona de Majarj al Suffar (zona abundante en agua y trigo) ofrecer resistencia, pero era inútil, nuevamente los bizantinos fueron derrotados.
 
Las árabes tomaron como objetivo inmediato la toma de la ciudad de Damasco (la cual luego fue una de las principales ciudades del mundo musulmán) la cual estaba bien fortificada y defendida, entre cuyos defensores estaban los árabes-cristianos gasánidas.
 
Fue un asedio duro, el cual se prolongó seis meses, los defensores resistían con la esperanza de que sus compatriotas mandaran un ejército de auxilio, ciertamente una columna de caballería bizantina fue enviada, pero fue rechazada por los árabes, esto desmoralizó por completo a los defensores, los cuales efectuaron varias salidas con el ánimo de repeler el asedio árabe, ¡pero fue en vano!, finalmente el 4 de septiembre del 635 se rindió la ciudad.
 
La ofensiva musulmana prosiguió, cruzando el valle de Biqa, conquistaron Heliópolis y en noviembre cayó Emesa, ¡la principal base bizantina en Siria!, mientras otras unidades  árabes en el sur, despejaban de enemigos el sur de Siria, Jordania y Palestina.
Guerreros árabes (image arriba)
 
En la base de Antioquía el emperador Heraclio, estaba poniendo a punto el ejército bizantino con el que iba a desencadenar un contraataque que echaría a los árabes de Siria y Palestina para siempre, no mandaría él mismo las tropas, sería un general armenio llamado Vahan quien dirigiría las operaciones junto con otros oficiales superiores.
 
 En sus fuerzas militaban tropas que se habían replegado de los territorios recientemente conquistados por los musulmanes así como también tropas de élite acantonadas en la capital Bizantina de Constantinopla, tropas de origen armenio, de donde era su comandante en jefe Vahan, árabes aliados gasánidas al mando de un tal Jabala de Gasaní y curiosamente, unidades sasánidas, estas mandadas por un tal Niketas, también estaba en el ejército, Teodoro Tritorio, como jefe adjunto.
 
Estas tropas sasánidas todavía permanecían en territorio bizantino, (aunque no como tropas de ocupación) tras la guerra que enfrentó a bizantinos y sasánidas años atrás, aunque por algún motivo, no habían vuelto a su país, quizá como su país había quedado destrozado, no tenían materialmente donde ir o poder acantonarse, y Heraclio tácitamente, les permitía residir allí, otra explicación no se me ocurre.
 
Sobre los efectivos de los musulmanes, parece que la cifra ronda los 30.000 hombres, pero la cifra de la fuerza bizantina , ¡es asunto de otro costal!. Tenemos todas las cifras imaginables dadas por gente que escribió u opinó sobre la contienda, y la verdad es que hay tal variedad, que uno no sabe que cifra aproximada puede haber sido.
 
Las cifras de las crónicas musulmanas de la época, datan de 200.000 bizantinos, pero ya sabemos que los musulmanes en aquella época tendían a exagerar las cifras del adversario, para que la victoria musulmana fuera, ¡a mayor gloria de ellos!. Las más modestas la cifran en 15-20.000 efectivos bizantinos.
 
Los cálculos más modernos y realistas, parece que coinciden en que la cifra de efectivos del emperador Heraclio rondó los 80.000 hombres. Yo tengo otro razonamiento, aunque este es particular, y puede ser especulativo, personalmente creo que la cifra de efectivos fue de unos 50.000 hombres, diréis, ¿Por qué?.
 
Yo lo razono en base a que años atrás, cuando Bizancio peleaba a muerte en el corazón del imperio sasanida, el emperador en persona iba al mando de un ejército compuesto por unos 60-70.000 hombres, este hecho supuso un esfuerzo para Bizancio enorme, dada la debilidad en que se encontraban, pero que era necesario para su supervivencia.
 
En la época que nos ocupa, Bizancio se encontró con una situación apurada, que exigía un gran esfuerzo, pero no creo que dada la debilidad en que se encontraban después de la larga guerra bizantino- sasanida, estuvieran en condiciones de levantar un ejército de campaña de 80.000 hombres, pero apelando a los recursos disponibles que tenían. Levantar 50.000 hombres, aunque costoso, no creo que fuera disparatado, además tengo la cifra de efectivos disponibles en el ejército bizantino en el 641, ¡130.000 hombres!.
 Mapa de operaciones de los árabes, actuando tanto en territorio sasánida como bizantino (imagen arriba)
 
Este es mi razonamiento, pero puede ser rebatible y , ¡claro está!, decir categóricamente que los bizantinos no desplegaron 80.000 hombres en esa batalla, no puedo decirlo a ciencia cierta.
 
 La reconquista, una vez concluidos los preparativos en la primavera del 636, empezó con éxito, la superioridad bizantina era abrumadora, y los árabes-musulmanes no podían detener la envestida bizantina. Los bizantinos avanzaron al sur y ciudades como la importante ciudad de Emesa y Damasco cayeron en poder de los bizantinos.
 
Siguiendo al sur, los musulmanes intentaron ofrecer resistencia en la región de Javiya, rica en abastecimientos, pero unidades árabes gasánidas se enfrentaron a ellos en un disputado enfrentamiento que los derrotó dejando a los gasánidas dueños del lugar.
Las tropas de ambos bandos se detuvieron en la región durante varios meses, vigilándose mutuamente y estableciendo los bizantinos negociaciones, en las que
se incluyó el soborno, con vistas a que los musulmanes desaparecieran de los territorios bizantinos.
Pero los musulmanes no se dejaron embaucar, incluso pasaron al contraataque en la región de Javiya, volviéndola a retomar, y derrotando a los líderes de
las formaciones bizantinas, Teodoro Tritorio y el líder de los gasánidas llamado Jabala.
 
 
Las tropas de ambos bandos se prepararon para una nueva confrontación, esta vez se desarrolló en el valle de Yarmuk, un terreno sumamente accidentado, con barrancos y zonas pantanosas en la meseta, junto con zonas rocosas y volcánicas.
No iban bien las cosas para los bizantinos, a pesar de su neta superioridad numérica, las disensiones entre tropas de diversas nacionalidades no ayudaba nada a crear un clima de confianza, ¡para colmo de males!, los bizantinos fracasaron en un nuevo intento de comprar a uno de los generales musulmanes, en concreto al llamado khalid, ¡que no quiso oír hablar del tema!.
 
Guerrero árabe del siglo VII (imagen izquierda)
 
Tampoco el tiempo jugaba a favor de los bizantinos, ya que los musulmanes estaban recibiendo refuerzos, los bizantinos aunque seguían siendo muy superiores en número, decidieron atacar antes de que los musulmanes equilibraran la diferencia numérica.
 
La batalla parece que duró seis días, pequeños enfrentamientos jalonaron esos seis días sin un enfrentamiento definitivo. Durante los primeros tres días la iniciativa partió de los bizantinos, de hecho, las tropas musulmanas estaban sufriendo serias bajas y retirándose.
Pero en esta retirada estaba la astucia musulmana, en el intrincado terreno por donde avanzaban los bizantinos fueron metiéndose en una ratonera acabando encerrados en los barracos del Ruqqad y Yarmuk. Cuando los bizantinos quisieron maniobrar se encontraron rodeados por las tropas enemigas sin capacidad de maniobra.
  
Aunque los bizantinos intentaron negociar arteramente la retirada musulmana en este quinto día de combate, los árabes no se llevaron a engaño, conocían sus bazas y rechazando las proposiciones bizantinas, al día siguiente se desarrolló el último día de combate.
 
Tras previas escaramuzas entre ambos bandos, los musulmanes avanzaron en toda la línea, derrotando ampliamente a los agotados y desorientados bizantinos. Muchos bizantinos lograron huir por el valle de Yarmuk a lo que hoy es Jordania, pero la mayoría cayeron muertos  o prisioneros.
Fue una amplia victoria en todo el sentido de la palabra, los bizantinos ya no pudieron en el futuro otro ejército que pudiera competir con los ejércitos musulmanes, a partir de ahora, los bizantinos opusieron resistencia luchando en las fortificadas ciudades bizantinas, oponiendo resistencia lo mejor posible, pero ya nunca más lucharían en campo abierto contra los musulmanes, al menos no en batallas de envergadura.
 
Heraclio intentó en la medida de lo posible que las unidades bizantinas no se desmoronaran por completo, intentando levantar nuevas líneas defensivas que detuvieran a la marea musulmana, pero con poca fortuna, ciertamente. Varios combates entre ambos bandos se saldaron con la toma musulmana de la importante base bizantina de Chalcis, aunque se intentó evitar siempre, los combates a campo abierto por parte de los bizantinos.
 
Soldado, monje jacobita y pastor anatolio de los siglos VIII Y IX (imagen derecha)
 
Los musulmanes aprovecharon la coyuntura para iniciar una conquista sistemática de toda Siria y Palestina. Poco después cayó Gaza y en diciembre cayó Damasco, completando aquel infausto año del 636. Pero los años venideros fueron todavía peor, y el emperador enfermo, asistía impotente a esta debacle.
 
Aunque los bizantinos intentaron negociar arteramente la retirada musulmana en este quinto día de combate, los árabes no se llevaron a engaño, conocían sus bazas y rechazando las proposiciones bizantinas, al día siguiente se desarrolló el último día de combate.
 
Tras previas escaramuzas entre ambos bandos, los musulmanes avanzaron en toda la línea, derrotando ampliamente a los agotados y desorientados bizantinos. Muchos bizantinos lograron huir por el valle de Yarmuk a lo que hoy es Jordania, pero la mayoría cayeron muertos  o prisioneros.
Fue una amplia victoria en todo el sentido de la palabra, los bizantinos ya no pudieron en el futuro otro ejército que pudiera competir con los ejércitos musulmanes, a partir de ahora, los bizantinos opusieron resistencia luchando en las fortificadas ciudades bizantinas, oponiendo resistencia lo mejor posible, pero ya nunca más lucharían en campo abierto contra los musulmanes, al menos no en batallas de envergadura.
Heraclio intentó en la medida de lo posible que las unidades bizantinas no se desmoronaran por completo, intentando levantar nuevas líneas defensivas que detuvieran a la marea musulmana, pero con poca fortuna, ciertamente. Varios combates entre ambos bandos se saldaron con la toma musulmana de la importante base bizantina de Chalcis, aunque se intentó evitar siempre, los combates a campo abierto por parte de los bizantinos.
 
Los musulmanes aprovecharon la coyuntura para iniciar una conquista sistemática de toda Siria y Palestina. Poco después cayó Gaza y en diciembre cayó Damasco, completando aquel infausto año del 636. Pero los años venideros fueron todavía peor, y el emperador enfermo, asistía impotente a esta debacle.
 
Guerrero pesado árabe del siglo VII (imagen izquierda)
 
Para la primavera del 637, la zona bizantina de Siria y del Líbano estaban por completo en manos musulmanas, en agosto cayó la ciudad de Gaza y un mes más tarde, la importante ciudad de Jerusalén. A finales de año, los agobiados bizantinos acordaron una tregua de un año con los árabes, cuyos territorios solo respetarían el norte de Siria.
 
El año 638, cayó la importantísima ciudad de Antioquía, consolidando de paso, las anteriores conquistas musulmanas. Durante el 639 los bizantinos reorganizan sus tropas en la zona de Turquía, con vistas a posteriores luchas con los musulmanes, estos, a finales de año entran imparables en Egipto.
 
Durante el 640, los musulmanes conquistan las zonas costeras de Palestina, Líbano y Siria, únicas que todavía ofrecían resistencia a los musulmanes. El 11 de febrero del 641, murió debido a la larga enfermedad que le aquejaba el emperador Heraclio, no tuvo ni siquiera el triste consuelo de ver como se detenía a los musulmanes.
 
 ¡Todo lo contrario!, fue testigo hasta el final de sus días de su prolongado avance, si bien es cierto, tuvo la fortuna de no ver todas sus conquistas, y como finalmente, arrebataban el África bizantina a los suyos, amén de otro tipo de actos que puso su imperio posteriormente, al borde de la extinción.
 
Pero siempre será recordado cuando en el año 610 tomó posesión del imperio, derrocando al emperador Focas, inútil gobernante que solo supo aplastar a los inocentes indefensos y que tan inoperante se mantuvo cuando los sasánidas golpeaban en la zona Oriental del imperio y los avaros en la zona occidental.
 
La gran energía desplegada durante tantos años por Heraclio para detener la doble ofensiva enemiga, probablemente salvó al imperio de la destrucción, y quizá, por ello, merece justificadamente la pena ser recordado.

La Batalla de Platea

La Batalla de Platea

Movimientos previos a la batalla

A comienzos del verano del año 479 a. C., Mardonio comisionó a Alejandro I de Macedonia para que transmitiera a Atenas una oferta de paz y alianza con Persia sobre una base de igualdad. Los atenienses rehusaron la oferta, pero exigieron a los espartanos que se unieran con ellos en contra del invasor persa.

Ante la negativa ateniense, Mardonio se dirigió a Atenas y volvió a ofrecer una alianza a Atenas. Arístides, general ateniense exigió a Esparta una acción inmediata en contra del ejército de Mardonio si quería conservar la lealtad de la ciudad. Como resultado de lo anterior salió del Peloponeso hacia el istmo, al mando del general Pausanias, un ejército espartano compuesto por 10.000 hoplitas. Mardonio prendió fuego a la ciudad y se retiró a Beocia con el propósito de atraer a los espartanos y sus aliados al terreno más favorable para los movimientos de su caballería.

Pausanias debe haber llegado al istmo de Corinto probablemente en julio de ese año, allí reunió a los contingentes peloponenses y luego se dirigió a Eleusis donde se le unió Arístides con 8.000 hoplitas y una considerable fuerza de arqueros.

Desde Eleusis el ejército marchó a Eritras ubicándose en las laderas del monte Citerón, desde donde se podía observar el campamento persa rodeado de una empalizada junto al río Asopo.

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Fuerzas participantes

  1. Aliados griegos : el ejército al mando del general Pausanias sumaba 40.000 hoplitas y el resto tropas ligeras. Había contingentes de 19 ciudades estado griegas siendo los de Atenas y Esparta los más numerosos. 
  2. Aliados persas: el ejército al mando del general Mardonio estaba conformado por alrededor de 120.000 hombres aportados por beocios, aliados asiáticos y los persas que eran el grueso.

Desarrollo de la batalla

Aunque la posición griega no era apropiada para el empleo de la caballería, Mardonio decidió atacar antes que los griegos continuaran sumando refuerzos y para ello envió toda su caballería, al mando del general Masistio, en contra de las fuerzas griegas, acción que resultó desastrosa para los persas y en la cual perdió la vida el general Masistio.

De este primer enfrentamiento, los persas comprendieron que en terreno accidentado la caballería no servía de gran cosa frente a fuerzas entrenadas y bien dispuestas. Los griegos a su vez se entusiasmaron con el triunfo y creyeron que podían vencer a la caballería en cualquier terreno.

La victoria obtenida contra la caballería persa y la carencia de un suministro adecuado de agua en Eritra decidió a Pausanias a abandonar su posición defensiva en la montaña y trasladó su ejército a la llanura de Platea, entre dicha ciudad y el río Asopo. Los espartanos se ubicaron en el ala derecha, los atenienses en el ala izquierda y el resto de los aliados en el centro.

Cuando Mardonio descubrió el cambio de posición del ejército griego, se apresuró a sacar su ejército hacia la llanura formando una línea paralela a la de los griegos. El ala izquierda conformada por los persas, enfrentando a los espartanos, los aliados asiáticos en el centro y los beocios y otros griegos en el ala derecha, enfrentando a los atenienses.

Según Heródoto, los dos ejércitos permanecieron enfrentándose durante ocho días, sin efectuar ningún movimiento. Al octavo día, Mardonio envió a la caballería a destruir los pasos por donde llegaba el aprovisionamiento a las tropas griegas. Además Mardonio comenzó a atacar nuevamente con su caballería, pero esta vez empleando proyectiles lanzados desde larga distancia.

La posición griega se hizo crítica después del ataque a sus líneas de abastecimiento por lo que en la mañana del segundo día de ataque decidieron retroceder en la noche a una posición hasta el monte Citerón.

En la mañana del 27 de agosto, Mardonio, al ver el nuevo movimiento griego dejó a su ala derecha que combatiera contra los atenienses y él, con el grueso del ejército y la caballería, se lanzó contra el ala derecha griega conformada por los espartanos.

En este combate, la falange griega demostró una vez más la fortaleza de su constitución. Las tropas ligeras y la carencia de escudos u otra protección de los persas constituyeron la mayor desventaja contra hombres fuertemente armados. Mardonio fue muerto y desde ese mismo instante los persas cedieron y al poco tiempo retrocedieron en fuga. Pausanias había conseguido una victoria que cambiaría el curso de la historia. Por su parte los atenienses, después de una encarnizada lucha, vencieron a los beocios.

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Consecuencias

Después de la batalla los griegos saquearon al campamento persa entregando el botín al oráculo de Delfos. Los persas abandonaron Tebas y al poco tiempo regresaron al Asia Menor.

Esta victoria y la de Salamina unieron a los helenos, desarrollando un cierto sentimiento de patria y de que todo lo que no era heleno era bárbaro. La pérdida de prestigio no sólo contuvo la expansión del Imperio persa, sino que lo llevó a su ruina.

Ejercito Espartano

Ejercito Espartano

Estructura social

Los ciudadanos de Esparta (también conocidos como los «lacedemonios») estaban divididos en tres clases. La primera de ellas estaba formada por los ciudadanos plenos, conocidos como espartiatas u homoioi («iguales»), que recibían una cantidad de tierra (kleros) a cambio de su servicio militar. La segunda clase eran los periecos, no ciudadanos de condición libre, generalmente mercaderes, artesanos y marineros. Esta clase, dentro del ejército, constituía la infantería ligera y llevaba a cabo trabajos militares auxiliares. La tercera y más numerosa clase eran los hilotas, siervos propiedad del estado que eran utilizados para cultivar la tierra de los espartiatas. En el siglo V a. C., los hilotas también eran utilizados como tropas ligeras en las escaramuzas.

Los homoioi eran el núcleo central del ejército espartano: participaban en la Asamblea espartana (Apella) y constituían la fuente de la que se nutría el ejército para formar a sus soldados hoplitas, que componían la base del ejército. Es más, los homoioi estaban obligados por ley a ser soldados y nada más, teniendo prohibido aprender o ejercitarse en cualquier otra actividad. En gran medida, la necesidad de mantener un continuo despliegue militar en la sociedad espartana suponía la obligación de mantener a un número cada vez más vasto de hilotas subyugados.

 Uno de los principales problemas de la sociedad espartana con el paso del tiempo fue la caída del número de ciudadanos con plenos derechos (oligantropía), lo cual supuso consecuentemente una caída en el número de soldados que formaban el núcleo del ejército: el número de homoioi disminuyó desde los 6.000 ciudadanos existentes en 640 a. C., hasta tan sólo 1.000 en 330 a. C. Esto supuso que los espartanos se viesen obligados a utilizar hoplitas reclutados de entre los hilotas, y que en ocasiones viesen la necesidad de otorgar la libertad a algunos de ellos, los neodamodes, y a darles tierras en las que establecerse a cambio de que cumpliesen un servicio militar.

 Por otra parte, la población de espartiatas se dividía entre distintos grupos en función de su edad. Los más jóvenes (menores de 20 años) se consideraban más débiles debido a su falta de experiencia, y a los más mayores (más de 60 años o, en épocas de crisis, de 65) sólo se les llamaba a filas en caso de emergencia, y para defender las caravanas de suministros.

Guerreros y atesanos de la Guerra - Ephesos 396 d.C.

Estructura táctica

La principal fuente para el conocimiento de la organización del ejército espartano son los escritos de Jenofonte, que admiraba a los espartanos. Su obra La Constitución de los lacedemonios ofrece una visión detallada del Estado y la sociedad espartana a comienzos del siglo IV a. C. Otros autores, como Tucídides, también ofrecen información al respecto, aunque no tan confiable como la de los relatos de Jenofonte, cuya información fue obtenida de primera mano.

Se sabe poco de la organización del ejército anterior a esa época, y existe un gran margen para la especulación. La primera forma de organización militar y social (durante el siglo VII a. C.) parece que podría haber consistido en las tres tribus (llamadas phylai y con los nombres de Pamphyloi, Hylleis y Dymanes) que aparecen en la Segunda Guerra Mesenia (685-668 a. C.). Una subdivisión posterior fue la «fraternidad» (phratra), y se tiene constancia de la existencia de 27, nueve por cada tribu.  En algún momento, esta división fue reemplazada por cinco divisiones territoriales, los obai (que significa «pueblo») y que aportaban un lochos de unos 1.000 hombres cada uno. Parece ser que este sistema todavía se usaba en las guerras contra Persia, como puede inferirse de las referencias que Heródoto hace a los lochoi en su Historia. Esparta adoptó el estilo hoplita de combate aproximadamente entre los años 680 y 660 a. C.

Los cambios que acaecieron entre las Guerras contra Persia y las Guerras del Peloponeso no se encuentran documentadas aunque, según Tucídides, en la batalla de Mantinea del año 418 a. C. había presentes 7 lochoi, cada uno de los cuales estaba dividido en cuatro pentekostyes de 128 hombres cada uno, y 16 enōmotiai de 32, dando un total de 3.584 hombres para el ejército espartano principal. A finales de la Guerra, la estructura había evolucionado todavía más con la finalidad de combatir la escasez de soldados y para crear un sistema más flexible que permitiese a los espartanos enviar destacamentos más pequeños a campañas o guarniciones fuera de su tierra natal. Según Jenofonte, la unidad básica seguía siendo la enōmotia, con 36 hombres en tres filas de doce bajo el mando de un enomotarca (enōmotarches). Dos enōmotiai formaba un pentēkostys de 72 hombres bajo el manod de un pentēkontēr, y dos pentēkostyai se agrupaban en un lochos de 144 hombres dirigidos por un lochagos. Cuatro lochoi componían una mora de 576 hombres, la unidad táctica más grande del ejército espartano, a cuyo mando se encontraba un polemarca. Seis morai componían el ejército espartano en campaña, a los que se añadían los skiritai y los contingentes enviados por estados aliados.

Skirmish Near Tanagra 377 d.C.

Los reyes y los hippeis

El ejército completo de Esparta era dirigido oficialmente en la batalla por los dos reyes. En un inicio, los dos reyes acudían al mismo tiempo a la batalla y dirigían las operaciones bélicas desde la vanguardia, pero a partir del siglo VI a. C. se decidió enviar sólo a uno, permaneciendo el otro en la ciudad. Al contrario que lo habitual en otros estados, la autoridad de los reyes de Esparta estaba muy limitada, y el poder real estaba en manos de cinco hombres electos, llamados éforos (ephoroi).Por el contrario, en épocas remotas tenían la facultad de declarar la guerra a cualquier enemigo sin la oposición de ningún espartiata, pues de la contrario dicho individuo incurriría en sacrilegio. Las prerrogativas reales en el ámbito militar debieron cambiar en la época de Heródoto, y ser exclusivas de los éforos y de la gerusía. Quizás la conducta de Cleómenes I hizo que el historiador de Halicarnaso creyera en la exclusiva autoridad de los soberanos espartanos en todo lo concerniente a la guerra, basándose en que dicho rey actuó con total independencia en el episodio de la expulsión de Aristágoras de Mileto cuando le solicitó ayuda para la revuelta jónica (499 a. C.) El historiógrafo alemán Georg Busolt admite que en esta época un monarca pudiera ordenar personalmente expulsar a un extranjero que había acudido a Laconia demandando ayuda militar.En ese sentido contrario se manifiestan Tucídides y Jenofonte, para quienes la decisión era competencia de la Apella, y los éforos eran quienes trataban con los embajadores o delegaciones extranjeras.

Por otra parte, los reyes iban acompañados por un selecto grupo de 300 hombres que componían la guardia real, y que recibían el nombre de hippeis («caballeros»). A pesar de su título, se trataba de hoplitas de infantería, al igual que todos los demás homoioi. En realidad, los espartanos no llegaron a utilizar caballería propia hasta las épocas más tardías de la Guerra del Peloponeso, cuando se añadieron pequeñas unidades de 60 hombres de caballería a cada mora.

Los hippeis formaban parte de la primera mora, y eran la élite del ejército espartano. Siendo ese su estatus, se desplegaban invariablemente en el flanco derecho de la línea de batalla, puesto que era ese flanco el lugar de honor reservado para los mejores soldados. Eran seleccionados todos los años por oficiales especialmente comisionados para ello, los hippagretai, y se buscaban entre los hombres con experiencia de batalla y con hijos, de forma que su línea de sucesión continuase en caso de muerte. Fueron los hippeis los que lucharon en una competición celebrada en 546 a. C. contra los caballeros de Argos, y fueron también los hippeis los 300 soldados que acompañaron al rey Leónidas I en su famosa batalla contra los persas en las Termópilas.

Caballería

En 424 a. C. se creo un cuerpo de caballeria compuesto por 400 jinetes, aunque eran una parte pobre dentro del ejército espartano, los caballos pertenecían a los más ricos y solo entregaban las monturas a los jinetes cuando eran movilizados para una batalla. Los jinetes eran por lo general los más débiles físicamente y eran probablemente de la clase inferior, ya que la línea de batalla para un espartiata era el lado derecho.

La caballería lacedemonia estuvo presente en Mantinea en 418 a. C. cuando fue añadida a cada mora. Agesilao II organizó y entrenó una fuerza de caballería mercenaria compuesta por caballos tesalios mientras estuvo en Asia. La caballería tesalia era considerada como la mejor en aquellos tiempos. En la batalla de Lequeo de 391 a. C. el funcionamiento de la caballería espartana había sido inadecuada en el mejor de los casos. Agesilao en su campaña en Beocia en 377-376 a. C., utilizó una fuerza de 1500 jinetes mercenarios. En Leuctra, Cleómbroto II no disponía de ningún jinete mercenario y su caballería espartana fue profundamente derrotada por los tebanos.

La caballería no era una fuerza militar de gran importancia en el ejército espartano, ya que sólo un pequeño sector de la ciudadanía podía permitirse sufragar los gastos del equipo y del caballo, por lo que estos contingentes no eran muy abundantes. El papel de los caballeros sería casi exclusivamente auxiliar, dedicándose a la exploración y a la protección de las tropas de infantería, al hostigamiento a distancia o a la persecución del enemigo durante su huida.

La infantería ligera

En el ejército espartano también luchaban, junto a los hoplitas, unidades de infantería ligera de hilotas. Ellos carecían de protecciones en sus cuerpos, utilizando armas arrojadizas, especialmente jabalinas. Su estrategia consistía en atacar por sorpresa y retirarse del campo de batalla. Las jabalinas solían medir poco más de metro y medio, rematándose con una punta metálica. Empleada fundamentalmente para la caza. Sin embargo, los hoplitas no disponían de este tipo de armas ya que se consideraban más efectivas la lanza y la espada. Los esquiritas formaban un cuerpo de élite de infantería ligera, un loche (batallón), una parte de los 600 hombres, que servía de complemento del ejército ciudadano. Combatían en la extrema izquierda de la línea de batalla, que era el puesto más amenazado de la falange hoplítica. También había hilotas honderos en el ejército espartano. Como proyectiles se podían emplear piedras, pero habitualmente la munición eran balas en forma de bellota, realizadas en barro cocido o plomo, que recibían el nombre de glandes.

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Tácticas

Al igual que otros estados griegos, el ejército espartano estaba basado en la infantería, y luchaba mediante el empleo de la formación de falange. Los espartanos no introdujeron ninguna innovación táctica o cambios significativos en la guerra de soldados hoplitas. Por el contrario, su ventaja fundamental frente a otros estados se basaba en que el continuo entrenamiento y superior disciplina hacía que su falange estuviese mucho mejor cohesionada y fuese más efectiva en el campo de batalla. Utilizaban la falange al estilo clásico, en una línea única con una profundidad uniforme de entre 8 y 12 hombres. Cuando luchaban junto con sus aliados, los espartanos normalmente ocupaban el flanco honorario, que era el derecho. Si, como solía ocurrir, los espartanos lograban la victoria en su flanco, entonces giraban hacia la izquierda para arrollar la formación enemiga desde el flanco.

Durante la Guerra del Peloponeso, los enfrentamientos se fueron haciendo cada vez más fluidos, y las tropas ligeras se usaban cada vez en mayor grado por lo que las tácticas fueron evolucionando para adaptarse a ese cambio. Sin embargo, en los enfrentamientos entre falanges lo que prevalecía a la hora de conseguir la victoria era la resistencia y la capacidad de empujar más que el enemigo.

La falange espartana sólo pudo ser derrotada cuando los tebanos, con Epaminondas al mando, modificaron la estructura de la falange para inventar la falange oblicua. Epaminondas, en la batalla de Leuctra, incrementó la profundidad del flanco izquierdo de su falange, que debía enfrentarse a los espartanos ubicados en el flanco derecho de la línea enemiga, y gracias a esa innovación táctica pudo arroyar a las tropas de élite enemigas antes de que su debilitado flanco derecho pudiese sucumbir.

 

Equipamiento

Los espartanos utilizaban el mismo equipamiento típico de los hoplitas de la Antigua Grecia. Su única marca distintiva de los espartanos con respecto a sus vecinos griegos eran su túnica (chitōn'') y su manto (himatión), de color escarlata, así como el pelo largo, que los espartanos mantuvieron durante mucho más tiempo que la mayor parte de los griegos. Para los espartanos, el pelo largo mantenía su antiguo significado arcaico como símbolo del hombre libre. Por otro lado, para los griegos del siglo V, su peculiar asociación con los espartanos había llegado a hacer que tuviese el significado de simpatía política a favor de éstos. En el siglo V a. C. y en Atenas dejarse crecer el cabello (komân) era una señal de laconismo.

Otro símbolo espartano muy conocido, y adoptado a mediados del siglo V a. C., era la letra lambda (Λ), que hacía referencia a la región de Laconia o Lacedemonia y que iba pintada en los escudos de los espartanos. Los hoplitas espartanos a menudo son representados llevando una cresta atravesada en su casco, si bien se trata posiblemente de un símbolo utilizado para identificar a los oficiales.

En el periodo arcaico, los espartanos estaban equipados con armaduras de bronce articuladas, cnémidas para las piernas, y el casco, normalmente un casco corintio. A menudo se discute qué tipo de armadura para el torso utilizaban los espartanos durante las Guerras Persas, si es que usaron alguno, aunque parece probable que continuasen llevando corazas de bronce, aunque de un estilo algo más esculpido, o bien que hubiesen llevado el linotorax en su lugar. En la última parte del siglo V a. C., cuando la guerra se había vuelto más flexible y los enfrentamientos a gran escala entre falanges eran más raros, los griegos fueron abandonando muchas de las formas de armadura corporal utilizadas hasta entonces. Los lacedemonios también adoptaron una nueva túnica, la exomis, que podía colocarse de forma que dejase el brazo y el hombro derecho descubiertos y libres para entablar el combate. Además, y junto con la lanza, los espartiatas también iban armados con un xifos como arma secundaria.

Los espartanos mantuvieron el sistema tradicional de la falange hoplita hasta las reformas de Cleómenes III, cuando fueron equipados con la sarissa macedonia y comenzaron a entrenarse en el estilo de la falange macedonia.

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Ejercito Persa

Ejercito Persa

INTRODUCCIÓN

El ejército persa se caracterizó por la multinacionalidad de sus tropas y por su tamaño. Se basaban en pequeñas fuerzas de guardia personal del rey o sátrapas, siendo suplementadas, en tiempos de guerra, por levas provinciales y mercenarios traídos de más allá de las fronteras imperiales.

Numerosos historiadores antiguos hacen referencia al enorme número de hombres que podía movilizar un rey persa para una campaña. Por ejemplo Heródoto calculó que el ejército de Jerjes que invadió Grecia contaba con, “exactamente”, 5.283.220 hombres y 1.207 navíos. Arriano nos cuenta como Alejandro tuvo que hacerle frente a 600.000 persas en Issos y a un millón de infantes en Gaugamela; mientras que Quinto Curcio Rufo, más conservador, estimó unos 119.000 y 245.000 hombres en respectivas batallas. No conocemos el número exacto de hombres que podría movilizar el rey de reyes, pero en cualquier caso, el tamaño del ejército persa debía ser excepcional. Si bien, la mayoría de las tropas, levas provinciales, serían de baja calidad y tendrían un compromiso aún más bajo.

TÁCTICA

Las tropas se organizaban en hazarabam, grupos de mil hombres, a su vez divididas en sataba, grupos de cien, y estas en dathabam, grupos de diez.

La mejor y más importante parte del ejército persa era la caballería, armada de forma ligera con jabalinas y sin armadura. Según Polibio, la caballería no usaba formaciones más profundas de 8 líneas. Se colocaban normalmente en las alas, sin embargo, tanto en Gránico como en Gaugamela, formaron toda la línea de batalla. Gracias a su movilidad y número, mayor que la de cualquier otro ejército, podían flanquear al enemigo, venciéndolo en las alas para luego caer sobre el centro de la formación enemiga. Conforme fue evolucionando el armamento, sustituyéndose el arco por la jabalina y lanza, la caballería se empleó cada vez menos para hostigar y más para cargar frontalmente contra las líneas enemigas, siendo los catafractos los que lideraban la carga.

El rey ocupaba un lugar seguro detrás de las primeras líneas, en el centro de la formación, y rodeado de su guardia personal. Cuando no mandaba en persona al ejército, era reacio a concentrar el mando en una sola persona, por miedo a la traición. Por ello, al no existir un comandante único, las acciones en ocasiones se realizaban de forma descoordinado, provocando verdaderos desastres. Normalmente el comandante (incluyendo al mismo rey) no entraba en combate, a no ser que la batalla se encontrara en una situación muy delicada

La mejor infantería ligera de ejército persa eran los arqueros, que cada vez usaron tácticas más estáticas, intentando no llegar al cuerpo a cuerpo, disparando al enemigo constantemente para dificultar su avance al tiempo que causaban algunas bajas, creando una pantalla para que la caballería pudiera efectuar sus movimientos. Aunque en los últimos tiempos, los arqueros fueron cada vez menos importantes, relegados a la retaguardia por tropas más pesadas, armadas con jabalinas o mercenarios hoplitas.

Sin embargo, eran los carros los que comenzaban el ataque. Eran colocados en intervalos a lo largo de toda la línea de batalla, dispuestos a cargar en los primeros compases. Ante formaciones poco cohesionadas eran capaces de abrir huecos en sus líneas, pero necesitaban el soporte de otras tropas para explotar su potencial.

A parte de la pequeña guardia real, la única infantería pesada de calidad eran los mercenarios hoplitas griegos. Eran reclutados en grandes cantidades, siendo utilizados en numerosas ocasiones contra y por sátrapas rebeldes y contra Alejandro Magno. Formaban normalmente en el centro de la línea, acompañando a la guardia personal.

TROPAS

 Infantería persa:

Combatían, copiado de los asirios, asociando arqueros con escuderos. La primera línea la formaban los sparabara, portadores de escudo, siendo la spara un rectángulo de cuero entretejido con mimbres que llegaba desde los hombros a los tobillos, pero sin contar con algún otro tipo de protección (coraza o casco); además, estaban armados con una lanza de 2 metros de largo. Cada dathabam de desplegaba en una fila de diez, con el dathapatis, comandante de sección, sosteniendo la spara y nueve arqueros alineados detrás. Si este caía, los arqueros se defendían lo mejor que podían con falces, cuchillos curvos con filo pero sin punta; pero estaban en clara desventaja contra un enemigo resuelto, al carecer estos de armadura y casco. Iban vestidos con túnicas de vistosos colores con mangas, pantalones holgados y tiaras, gorros de fieltro flexible.

Inicialmente los persas carecían de arcos compuestos, portando arcos de caña con un alcance efectivo de unos 150 metros. Servían bien como apoyo a cargas de caballería, pero eran incapaces por si solos de someter al enemigo.

Infantería de otras nacionalidades:

Los arqueros de diversas nacionalidades de Oriente y Escitia, armados con el potente arco compuesto, constituían el principal activo del ejército persa. Este arco podía arrojar flechas a una distancia de hasta 300 metros, aunque la distancia efectiva en combate sería menor. Los arqueros escitas contaban con el gorytos, una funda para proteger la estructura del arco y almacenar hasta 70 flechas; el cual colgaban de su muslo izquierdo. Los arqueros babilonios y de otros pueblos mesopotámicos eran de baja calidad; iban vestidos con gorro, túnica larga, sandalias y brazaletes.

Por su parte, los paflagonios, en el Norte de Anatolia, portaban escudos pequeños, lanzas de tamaño mediano, venablos y puñales. De su vestimenta lo más destacable eran unas botas que les llegaban hasta media pierna (algo muy extraño para los griegos, lo cual resalta Heródoto).

A partir de mediados del siglo V a.C., en las satrapías occidentales el número de infantes armados como peltastas aumentó considerablemente, convirtiéndose en la fuerza principal en esta zona.

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Kardakes:

Como había quedado demostrado en las Guerras Médicas, los persas no podían hacer frente a un enemigo bien organizado y armado sin contar con infantería pesada. Pronto empezaron a contratar mercenarios griegos, pero para evitar esta gran dependencia, Dario III comenzó a preparar una infantería pesada propia: los kardakes.

Iban armados con escudo hoplita o con el típico escudo anatolio en forma de media luna llamado gerrhon, así como con lanza o dos jabalinas y un sagaris, pero al igual que el resto de infantería persa, no contaban con coraza ni casco.

Al parecer los kardakes, según Jenofonte, eran en principio jóvenes nobles persas, que acompañaban al rey en sus cacerías, armados con dos jabalinas, arco y un hacha de combate parecida a un pico. Es posible que su evolución hacia el estilo hoplita se diera bajo la instrucción del comandante mercenario ateniense Timoteo, en torno al año 370 a.C.

Jinetes persas:

Iban vestidos tomando la indumentaria de los medos. Además de sus dos jabalinas (llamadas palton), de entre 1,5 y 1,8 metros que podían emplearse como jabalina y como lanza de acometida, una espada corta y la mayoría llevaría arco compuesto. Heródoto menciona una coraza de escamas, que no sería visible bajo la túnica, de vivos colores, no obstante, esta protección sólo sería empleada por la guardia personal de los nobles persas. Era una caballería muy rápida, consistiendo su táctica en rodear al enemigo mientras arrojaba sus jabalinas, pudiendo realizar también ataques repentinos en los flancos enemigos. Sin embargo, a principios del siglo IV a.C. la caballería persa empezó a formar en profundas columnas, para así incrementar el poder de las cargas, pero imposibilitaba la utilización del arco debido al escaso espacio. Y, en la segunda mitad de ese mismo siglo, se empezó a emplear un nuevo tipo de arma, el mesankylona, una jabalina con un lazo en la mitad, que facilitaba el lanzamiento.

En el corazón de Media se criaba la raza de Nisea, conocida por su gran tamaño, 152 cm hasta la cruz, de hocico ganchudo, cabeza voluminosa, cuello grueso y complexión fuerte. Era muy capaz de llevar encima a un guerrero con armadura. Con estos animales, los persas aumentaron el volumen de la armadura de sus jinetes, ya no sólo cascos y coseletes, y probaron faldones que se acoplaban al caballo para proteger sus muslos. Los caballos en ocasiones portaban testeras y petos. Sin embargo, la caballería persa siguió luchando con el arco y jabalinas como principal arma.

 

Catafractos:

Los catafractos aparecen en el ejército persa a partir del 350 a.C. aproximadamente, siendo este tipo de caballería desarrollado, al parecer, por los masagetas y bactrianos, en el Este, y por los capadocios, y posteriormente armenios, en el Asia Menor. Anteriormente ya existían jinetes con armadura, como se explica más arriba, pero el incremento de su panoplia fue posible gracias al desarrollo de las razas de caballos de carga en las estepas del centro de Asia; pero en cualquier caso nunca fueron muy numerosos. Iban protegidos por un yelmo cónico de bronce y armadura de escamas, y hacia el siglo IV a.C. desarrollaron una armadura de láminas metálicas que cubría brazos y piernas. En un principio iban armados con jabalinas, pero, tras el desastre en Issos, fueron sustituidas por una lanza de carga llamada kontos .

El gran peso de la panoplia, unido a la gran protección de jinete y caballo hacían incontenibles sus cargas para la infantería. Pero por este mismo motivo, su velocidad era escasa comparado con otros cuerpos de caballería más ligeros, solo pudiendo cargar al trote; así como su movilidad. Una caballería bien entrenada podía esquivarlos y atacarlos por la espalda.

Caballería ligera de otras nacionalidades:

Diversos pueblos del Este aportaban gran cantidad de jinetes al ejército persa. Eran de regiones como Aracosia, Aria o Drangiana, iban vestidos con ropas de destacables colores brillantes y armados como caballería ligera, con jabalinas como arma principal.

Los Parthos, los cuales hay que distinguir de los nómadas Parni que posteriormente invadieron la zona fundando el Estado Parto, luchaban con jabalinas, pero sobre todo con arcos y no llevaban armadura, iban vestidos con túnicas y botas cortas.

Los jinetes ligeros bactrianos iban vestidos al estilo persa. Iban armados con dos lanzas y arco, que guardaban en un gorytos. Esta combinación de armas, la cual era utilizada también por los persas en sus primeros tiempos, sobrevivía debido al tipo de enemigos a los que debían enfrentarse, nómadas jinetes armados con arcos.

Inmortales:

Era un cuerpo de infantería formado por diez mil soldados selectos, que ejercía tanto de guardia personal del rey persa, como de tropa de asalto de élite. Su nombre les fue dado por los griegos al pensar estos que cada hombre que caía era inmediatamente sustituido por otro, quedando el número de este cuerpo siempre inmutable. Pero su nombre real era Anûsiya (compañeros). También eran conocidos como portadores de manzanas, por la forma del regatón de sus lanzas.

Según Heródoto, eran los mejor armados de todos los integrantes del ejército persa, además de los mejor tratados. Estaban acompañados por sus esposas y sirvientes, recibían la mejor comida y toda su impedimenta era llevada en mulos.

Iban armados con una lanza de unos 2 metros de longitud (más corta y menos sólida que la de los hoplitas griegos), con regatón esferoidal (según Herodoto y los relieves de Persépolis). Aunque el arco compuesto era su arma principal. Bajo la túnica de vivos colores, llevaban una flexible coraza metálica de escamas. Se protegían, además, con un ligero escudo llamado spara, de cuero y mimbre entretejido.

A. Sparabara. B. Arquero. C. Inmortal en Campaña. D. Portaestandarte Persa.

Carros:

El carro era un arma psicológica más que para causar grandes bajas. Se lanzaban frontalmente contra las filas de infantería pesada para desorganizar sus filas y causar el pánico, lo que se potenciaba añadiéndole guadañas de 1 metro de longitud en las ruedas y otras debajo para dañar a quien cayera. Estos carros, llamados escitas por los griegos, estaban tirados por cuatro caballos bien protegidos, tenían ruedas bastante separadas, armazón protegido por los cuatro lados y una puerta trasera. Iban guiados por un único hombre, que saltaba justo antes del choque. Esto provocaba, además de la posibilidad de errar el tiro, que esta fuera un arma de un solo uso.

Según Jenofonte, que pudo verlos en la batalla de Cunaxa (año 401 a.C.), eran muy poco eficaces. Ante un enemigo poco organizado y con el apoyo de infantería o caballería, los carros podrían causar gran desorden, y algunas bajas, lo que aprovecharía el resto para ganar la batalla. Sin embargo, un enemigo preparado podía abrir filas para dejarlos pasar y una vez se frenaran para intentar dar la vuelta, derrotarlos; o bien, si estaban bien secundados por el resto del ejército, presentar un muro de lanzas, para herir o asustar a los caballos. De igual modo, los carros eran bastante débiles contra los ataques de jabalinas u otros proyectiles por parte de la infantería ligera (que por otra parte no tendría el menor problema en esquivar sus cargas).

A. Darius III.

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