Ejercito Persa
INTRODUCCIÓN
El ejército persa se caracterizó por la multinacionalidad de sus tropas y por su tamaño. Se basaban en pequeñas fuerzas de guardia personal del rey o sátrapas, siendo suplementadas, en tiempos de guerra, por levas provinciales y mercenarios traídos de más allá de las fronteras imperiales.
Numerosos historiadores antiguos hacen referencia al enorme número de hombres que podía movilizar un rey persa para una campaña. Por ejemplo Heródoto calculó que el ejército de Jerjes que invadió Grecia contaba con, “exactamente”, 5.283.220 hombres y 1.207 navíos. Arriano nos cuenta como Alejandro tuvo que hacerle frente a 600.000 persas en Issos y a un millón de infantes en Gaugamela; mientras que Quinto Curcio Rufo, más conservador, estimó unos 119.000 y 245.000 hombres en respectivas batallas. No conocemos el número exacto de hombres que podría movilizar el rey de reyes, pero en cualquier caso, el tamaño del ejército persa debía ser excepcional. Si bien, la mayoría de las tropas, levas provinciales, serían de baja calidad y tendrían un compromiso aún más bajo.
TÁCTICA
Las tropas se organizaban en hazarabam, grupos de mil hombres, a su vez divididas en sataba, grupos de cien, y estas en dathabam, grupos de diez.
La mejor y más importante parte del ejército persa era la caballería, armada de forma ligera con jabalinas y sin armadura. Según Polibio, la caballería no usaba formaciones más profundas de 8 líneas. Se colocaban normalmente en las alas, sin embargo, tanto en Gránico como en Gaugamela, formaron toda la línea de batalla. Gracias a su movilidad y número, mayor que la de cualquier otro ejército, podían flanquear al enemigo, venciéndolo en las alas para luego caer sobre el centro de la formación enemiga. Conforme fue evolucionando el armamento, sustituyéndose el arco por la jabalina y lanza, la caballería se empleó cada vez menos para hostigar y más para cargar frontalmente contra las líneas enemigas, siendo los catafractos los que lideraban la carga.
El rey ocupaba un lugar seguro detrás de las primeras líneas, en el centro de la formación, y rodeado de su guardia personal. Cuando no mandaba en persona al ejército, era reacio a concentrar el mando en una sola persona, por miedo a la traición. Por ello, al no existir un comandante único, las acciones en ocasiones se realizaban de forma descoordinado, provocando verdaderos desastres. Normalmente el comandante (incluyendo al mismo rey) no entraba en combate, a no ser que la batalla se encontrara en una situación muy delicada
La mejor infantería ligera de ejército persa eran los arqueros, que cada vez usaron tácticas más estáticas, intentando no llegar al cuerpo a cuerpo, disparando al enemigo constantemente para dificultar su avance al tiempo que causaban algunas bajas, creando una pantalla para que la caballería pudiera efectuar sus movimientos. Aunque en los últimos tiempos, los arqueros fueron cada vez menos importantes, relegados a la retaguardia por tropas más pesadas, armadas con jabalinas o mercenarios hoplitas.
Sin embargo, eran los carros los que comenzaban el ataque. Eran colocados en intervalos a lo largo de toda la línea de batalla, dispuestos a cargar en los primeros compases. Ante formaciones poco cohesionadas eran capaces de abrir huecos en sus líneas, pero necesitaban el soporte de otras tropas para explotar su potencial.
A parte de la pequeña guardia real, la única infantería pesada de calidad eran los mercenarios hoplitas griegos. Eran reclutados en grandes cantidades, siendo utilizados en numerosas ocasiones contra y por sátrapas rebeldes y contra Alejandro Magno. Formaban normalmente en el centro de la línea, acompañando a la guardia personal.
TROPAS
Infantería persa:
Combatían, copiado de los asirios, asociando arqueros con escuderos. La primera línea la formaban los sparabara, portadores de escudo, siendo la spara un rectángulo de cuero entretejido con mimbres que llegaba desde los hombros a los tobillos, pero sin contar con algún otro tipo de protección (coraza o casco); además, estaban armados con una lanza de 2 metros de largo. Cada dathabam de desplegaba en una fila de diez, con el dathapatis, comandante de sección, sosteniendo la spara y nueve arqueros alineados detrás. Si este caía, los arqueros se defendían lo mejor que podían con falces, cuchillos curvos con filo pero sin punta; pero estaban en clara desventaja contra un enemigo resuelto, al carecer estos de armadura y casco. Iban vestidos con túnicas de vistosos colores con mangas, pantalones holgados y tiaras, gorros de fieltro flexible.
Inicialmente los persas carecían de arcos compuestos, portando arcos de caña con un alcance efectivo de unos 150 metros. Servían bien como apoyo a cargas de caballería, pero eran incapaces por si solos de someter al enemigo.
Infantería de otras nacionalidades:
Los arqueros de diversas nacionalidades de Oriente y Escitia, armados con el potente arco compuesto, constituían el principal activo del ejército persa. Este arco podía arrojar flechas a una distancia de hasta 300 metros, aunque la distancia efectiva en combate sería menor. Los arqueros escitas contaban con el gorytos, una funda para proteger la estructura del arco y almacenar hasta 70 flechas; el cual colgaban de su muslo izquierdo. Los arqueros babilonios y de otros pueblos mesopotámicos eran de baja calidad; iban vestidos con gorro, túnica larga, sandalias y brazaletes.
Por su parte, los paflagonios, en el Norte de Anatolia, portaban escudos pequeños, lanzas de tamaño mediano, venablos y puñales. De su vestimenta lo más destacable eran unas botas que les llegaban hasta media pierna (algo muy extraño para los griegos, lo cual resalta Heródoto).
A partir de mediados del siglo V a.C., en las satrapías occidentales el número de infantes armados como peltastas aumentó considerablemente, convirtiéndose en la fuerza principal en esta zona.
Kardakes:
Como había quedado demostrado en las Guerras Médicas, los persas no podían hacer frente a un enemigo bien organizado y armado sin contar con infantería pesada. Pronto empezaron a contratar mercenarios griegos, pero para evitar esta gran dependencia, Dario III comenzó a preparar una infantería pesada propia: los kardakes.
Iban armados con escudo hoplita o con el típico escudo anatolio en forma de media luna llamado gerrhon, así como con lanza o dos jabalinas y un sagaris, pero al igual que el resto de infantería persa, no contaban con coraza ni casco.
Al parecer los kardakes, según Jenofonte, eran en principio jóvenes nobles persas, que acompañaban al rey en sus cacerías, armados con dos jabalinas, arco y un hacha de combate parecida a un pico. Es posible que su evolución hacia el estilo hoplita se diera bajo la instrucción del comandante mercenario ateniense Timoteo, en torno al año 370 a.C.
Jinetes persas:
Iban vestidos tomando la indumentaria de los medos. Además de sus dos jabalinas (llamadas palton), de entre 1,5 y 1,8 metros que podían emplearse como jabalina y como lanza de acometida, una espada corta y la mayoría llevaría arco compuesto. Heródoto menciona una coraza de escamas, que no sería visible bajo la túnica, de vivos colores, no obstante, esta protección sólo sería empleada por la guardia personal de los nobles persas. Era una caballería muy rápida, consistiendo su táctica en rodear al enemigo mientras arrojaba sus jabalinas, pudiendo realizar también ataques repentinos en los flancos enemigos. Sin embargo, a principios del siglo IV a.C. la caballería persa empezó a formar en profundas columnas, para así incrementar el poder de las cargas, pero imposibilitaba la utilización del arco debido al escaso espacio. Y, en la segunda mitad de ese mismo siglo, se empezó a emplear un nuevo tipo de arma, el mesankylona, una jabalina con un lazo en la mitad, que facilitaba el lanzamiento.
En el corazón de Media se criaba la raza de Nisea, conocida por su gran tamaño, 152 cm hasta la cruz, de hocico ganchudo, cabeza voluminosa, cuello grueso y complexión fuerte. Era muy capaz de llevar encima a un guerrero con armadura. Con estos animales, los persas aumentaron el volumen de la armadura de sus jinetes, ya no sólo cascos y coseletes, y probaron faldones que se acoplaban al caballo para proteger sus muslos. Los caballos en ocasiones portaban testeras y petos. Sin embargo, la caballería persa siguió luchando con el arco y jabalinas como principal arma.
Catafractos:
Los catafractos aparecen en el ejército persa a partir del 350 a.C. aproximadamente, siendo este tipo de caballería desarrollado, al parecer, por los masagetas y bactrianos, en el Este, y por los capadocios, y posteriormente armenios, en el Asia Menor. Anteriormente ya existían jinetes con armadura, como se explica más arriba, pero el incremento de su panoplia fue posible gracias al desarrollo de las razas de caballos de carga en las estepas del centro de Asia; pero en cualquier caso nunca fueron muy numerosos. Iban protegidos por un yelmo cónico de bronce y armadura de escamas, y hacia el siglo IV a.C. desarrollaron una armadura de láminas metálicas que cubría brazos y piernas. En un principio iban armados con jabalinas, pero, tras el desastre en Issos, fueron sustituidas por una lanza de carga llamada kontos .
El gran peso de la panoplia, unido a la gran protección de jinete y caballo hacían incontenibles sus cargas para la infantería. Pero por este mismo motivo, su velocidad era escasa comparado con otros cuerpos de caballería más ligeros, solo pudiendo cargar al trote; así como su movilidad. Una caballería bien entrenada podía esquivarlos y atacarlos por la espalda.
Caballería ligera de otras nacionalidades:
Diversos pueblos del Este aportaban gran cantidad de jinetes al ejército persa. Eran de regiones como Aracosia, Aria o Drangiana, iban vestidos con ropas de destacables colores brillantes y armados como caballería ligera, con jabalinas como arma principal.
Los Parthos, los cuales hay que distinguir de los nómadas Parni que posteriormente invadieron la zona fundando el Estado Parto, luchaban con jabalinas, pero sobre todo con arcos y no llevaban armadura, iban vestidos con túnicas y botas cortas.
Los jinetes ligeros bactrianos iban vestidos al estilo persa. Iban armados con dos lanzas y arco, que guardaban en un gorytos. Esta combinación de armas, la cual era utilizada también por los persas en sus primeros tiempos, sobrevivía debido al tipo de enemigos a los que debían enfrentarse, nómadas jinetes armados con arcos.
Inmortales:
Era un cuerpo de infantería formado por diez mil soldados selectos, que ejercía tanto de guardia personal del rey persa, como de tropa de asalto de élite. Su nombre les fue dado por los griegos al pensar estos que cada hombre que caía era inmediatamente sustituido por otro, quedando el número de este cuerpo siempre inmutable. Pero su nombre real era Anûsiya (compañeros). También eran conocidos como portadores de manzanas, por la forma del regatón de sus lanzas.
Según Heródoto, eran los mejor armados de todos los integrantes del ejército persa, además de los mejor tratados. Estaban acompañados por sus esposas y sirvientes, recibían la mejor comida y toda su impedimenta era llevada en mulos.
Iban armados con una lanza de unos 2 metros de longitud (más corta y menos sólida que la de los hoplitas griegos), con regatón esferoidal (según Herodoto y los relieves de Persépolis). Aunque el arco compuesto era su arma principal. Bajo la túnica de vivos colores, llevaban una flexible coraza metálica de escamas. Se protegían, además, con un ligero escudo llamado spara, de cuero y mimbre entretejido.
Carros:
El carro era un arma psicológica más que para causar grandes bajas. Se lanzaban frontalmente contra las filas de infantería pesada para desorganizar sus filas y causar el pánico, lo que se potenciaba añadiéndole guadañas de 1 metro de longitud en las ruedas y otras debajo para dañar a quien cayera. Estos carros, llamados escitas por los griegos, estaban tirados por cuatro caballos bien protegidos, tenían ruedas bastante separadas, armazón protegido por los cuatro lados y una puerta trasera. Iban guiados por un único hombre, que saltaba justo antes del choque. Esto provocaba, además de la posibilidad de errar el tiro, que esta fuera un arma de un solo uso.
Según Jenofonte, que pudo verlos en la batalla de Cunaxa (año 401 a.C.), eran muy poco eficaces. Ante un enemigo poco organizado y con el apoyo de infantería o caballería, los carros podrían causar gran desorden, y algunas bajas, lo que aprovecharía el resto para ganar la batalla. Sin embargo, un enemigo preparado podía abrir filas para dejarlos pasar y una vez se frenaran para intentar dar la vuelta, derrotarlos; o bien, si estaban bien secundados por el resto del ejército, presentar un muro de lanzas, para herir o asustar a los caballos. De igual modo, los carros eran bastante débiles contra los ataques de jabalinas u otros proyectiles por parte de la infantería ligera (que por otra parte no tendría el menor problema en esquivar sus cargas).
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